Homilía para el 11er domingo ordinario 2020
Consagrados para la misión
El banquete de la Palabra de Dios nos prepara para participar del banquete de la Comunión y la Comunión nos fortalece para ir a la misión. Jesús envió a sus discípulos a realizar la misma misión que Él estaba viviendo. Los llamó, les compartió su poder, los instruyó y los mandó. Esto, que también sucedió con nosotros en el Bautismo, lo renovamos al participar de esta Eucaristía dominical.
Consagrados para la misión
Textos: Ex 19, 2-6; Rm 5, 6-11; Mt 9, 36-10, 8
El banquete de la Palabra de Dios nos prepara para participar del banquete de la Comunión y la Comunión nos fortalece para ir a la misión. Jesús envió a sus discípulos a realizar la misma misión que Él estaba viviendo. Los llamó, les compartió su poder, los instruyó y los mandó. Esto, que también sucedió con nosotros en el Bautismo, lo renovamos al participar de esta Eucaristía dominical.
En el Bautismo nos incorporamos al pueblo de Dios, profético, sacerdotal y real, pueblo anunciado por Dios a Moisés en el monte Sinaí, como escuchamos en la primera lectura. Ese día comenzamos a ser profetas, sacerdotes y reyes por la unción con el santo Crisma y fuimos consagrados para realizar la misma misión de Jesús en esta triple dimensión. Hoy domingo damos gracias a Dios porque en su amor quiso llamarnos, consagrarnos y enviarnos a vivir la misión de Jesús como miembros de su pueblo santo.
Jesús se compadecía de las multitudes agobiadas por la dominación romana, por la pobreza y la exclusión a que estaban sometidas. Al encontrarse con ellas, porque andaban a su propia suerte como ovejas sin pastor, se le removían las entrañas y reaccionaba. Jesús era sensible al sufrimiento de los pobres y reaccionaba para anunciar el Reino y hacerlo visible con sus hechos. Esto mismo tiene que aparecer en la vida de los bautizados ante las situaciones de sufrimiento por la injusticia, el empobrecimiento, la enfermedad y la exclusión en que se encuentran muchas personas.
Ayudando a sus discípulos a tomar conciencia de la urgencia de misioneros, les pidió que oraran a Dios para que no faltaran trabajadores al servicio del Reino. Pero, para disponerlos a ir como misioneros, les dio el poder de hacer lo mismo que Él, o sea, de expulsar demonios y curar todo tipo de enfermedades y dolencias. A partir de ese momento, esta es la tarea de sus discípulos y discípulas. Lo reafirmó al enviar a los doce apóstoles, a quienes les dijo que deberían ejercer de manera gratuita el poder recibido para anunciar el Reino de Dios, curar enfermos, resucitar muertos, expulsar demonios. Lo que les pidió es exactamente lo mismo que Él iba realizando.
A partir del Bautismo estas mismas son nuestras tareas. Son los compromisos del pueblo profético, sacerdotal y real de Dios. También nosotros recibimos gratuitamente el poder de anunciar el Reino, servir, curar, expulsar el mal, dar vida, y gratuitamente lo debemos ejercer. Al igual que Jesús, tenemos que ser sensibles ante las situaciones de las personas que andan como ovejas sin pastor, que sufren por la violencia, las injusticias, la falta de trabajo, las enfermedades y otros males. No pasemos de largo ante el agobio de nuestros hermanos y hermanas. Es necesario manifestar con nuestros hechos que somos miembros del pueblo de Dios y que estamos consagrados para anunciar y hacer presente el Reino de Dios en medio del mundo, especialmente ante las situaciones de enfermedad, mal, dolor, que nos rodean por dondequiera. No pongamos pretextos ni busquemos justificaciones para no realizar la misión que Dios nos encomendó por amor.
Conscientes de haber sido llamados y enviados a la misión, y de que hacen falta trabajadores comprometidos para la causa del Reino, oremos a Dios para que en nuestra comunidad parroquial no falten misioneros, diciéndole que nosotros queremos ser uno de ellos; pidamos que seamos sensibles al sufrimiento de los pobres y que busquemos respuestas concretas y organizadas a sus situaciones, pidámosle que nos dé fuerza para no cansarnos de servir gratuitamente en medio de la sociedad. Renovemos este compromiso al profesar nuestra fe y recibamos a Jesús en la Comunión para salir, unidos a Él y con su fuerza, a vivir la misión como miembros del pueblo de Dios.
14 de junio de 2020