Homilía del 20º domingo ordinario 2012

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Comer la carne de Jesús

Textos: Prov 9, 1-6; Ef 5, 15-20; Jn 6, 51-58.

Jesús es la sabiduría que invita a comer del pan y a beber del vino que ha preparado para los sencillos. Después de presentarse como el pan vivo bajado del cielo, se ofrece totalmente para ser comido. Dice que su carne es el pan que va a dar a quien lo quiera. El pan bajado del cielo da vida para siempre; la carne la da para que el mundo tenga vida. El pan es Jesús, la carne es Jesús. Para tener vida, y vida eterna, es necesario comérnoslo, sea como pan o como carne.

Comer la carne de Jesús

Textos: Prov 9, 1-6; Ef 5, 15-20; Jn 6, 51-58.

Escuchar la homilía → Ordinario20 B.

Jesús es la sabiduría que invita a comer del pan y a beber del vino que ha preparado para los sencillos. Después de presentarse como el pan vivo bajado del cielo, se ofrece totalmente para ser comido. Dice que su carne es el pan que va a dar a quien lo quiera. El pan bajado del cielo da vida para siempre; la carne la da para que el mundo tenga vida. El pan es Jesús, la carne es Jesús. Para tener vida, y vida eterna, es necesario comérnoslo, sea como pan o como carne.

Para comernos a Jesús es necesario aceptarlo como es, con su proyecto, sus opciones, su estilo de vida, su destino; es decir, totalmente. No podemos aceptar unas cosas de Jesús y otras no. Él se dio totalmente. En su ministerio lo fue haciendo día a día en el servicio, especialmente a los pobres. Lo hizo definitivamente en la cruz. Por eso nos habla de que va a dar su carne. La carne en la cultura judía significa toda la persona. Y eso significa comer la carne de Jesús.

Los judíos se escandalizaron de este ofrecimiento de Jesús. No les cabía en la cabeza que diera su carne, que se dejara comer, que los demás se lo pudieran comer, como se come cualquier carne. Y Jesús remarca la importancia de comerlo. Y no sólo eso sino que también habla de beber su sangre. Eso hizo durante la Última Cena y lo sigue realizando en cada Eucaristía: “Esto es mi cuerpo que se entrega por ustedes”; “Esta es mi sangre que se derrama por todos”.

¿Qué sucede con quienes comen la carne y beben la sangre de Jesús? Varias cosas, según las palabras del mismo Jesús: tener vida en ellos, tener vida eterna, ser resucitado el último día, permanecer en Jesús y Jesús en ellos, vivir para siempre. En pocas palabras, quien se come y se bebe a Jesús es verdadero discípulo, es buen cristiano, vive como Hijo de Dios, ya desde este mundo. La vida eterna comienza aquí, la vida para siempre ya la podemos experimentar.

Comer la carne de Jesús lleva a vivir como lo espera Pablo: quienes se comen a Jesús son gentes prudentes, reflexivas, no se embriagan, no son libertinas, viven llenas del Espíritu Santo, hacen oración a Dios y le dan gracias; o sea, saben vivir como hermanos. Todo esto es consecuencia de comerse a Jesús, es decir, de conocerlo y hacerlo parte de la propia vida. Pero se necesita descubrirlo con esa grandeza y buscarlo, encontrarlo y aceptarlo, comerlo y beberlo.

¿Cómo andamos en nuestra vida? ¿Nos estamos saciando de Jesús o nos escandalizamos de Él? ¿Nos estamos embriagando de Jesús o lo rechazamos? No se trata solamente de comulgar sacramentalmente, sino de vivir como Jesús. Él nos dice que si comemos su carne y bebemos su sangre permanecemos en Él. Y la permanencia en Jesús es por el modo de vivir. La razón de esto está en que al comernos a Jesús llevamos su carne, y su sangre corre por nuestras venas.

Comernos a Jesús nos compromete, por tanto, a ser carne que se entrega por los demás. Por el hecho de haber recibido el Bautismo, estamos comprometidos a ser servidores de todos como Jesús, para que nuestro mundo tenga vida y una vida digna. En el caso de los esposos, por el sacramento del Matrimonio son una sola carne y están con el compromiso de vivir la fidelidad y la ayuda mutua. En este domingo tenemos la oportunidad de recibir a Jesús en la Comunión.

No rechacemos a Jesús en nuestra vida, no nos avergoncemos ni nos escandalicemos de Él, no despreciemos la Comunión sacramental. Que este encuentro dominical con el Pan de la vida eterna nos impulse a convertirnos en pan para los demás. Volvamos a nuestra comunidad a dar testimonio de Jesús con nuestra vida. Con sencillez, dispongámonos a recibir como comida la carne y como bebida la sangre de Jesús, alimento y bebida preparados por Él en esta Eucaristía.

19 de agosto de 2012

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