Por: Rosa Eugenia García Gómez

A pesar de la pandemia y el encierro experimento nuevas fuentes de optimismo y esperanza. Se trata de la noticia de este martes acerca de las revelaciones del ex director de Pemex Emilio Lozoya que con todas sus letras evidencian la vinculación de Enrique Peña Nieto y Luis Videgaray con el caso Odebrecht, ese que ya ha hecho caer a exmandatarios en otras partes del mundo.

Ya sé que no debemos echar las campanas al vuelo, pero este tipo de sucesos hacen la diferencia entre la perspectiva de muchos mexicanos que votaron diferente en 2018 con la esperanza de un cambio más justo en el marco de la equidad y la justicia, y los hechos que apuntan al inicio de una verdadera resolución de problemas.

Como lo dijera Edgardo Buscaglia, investigador de la Universidad de Columbia a Carmen Aristegui, ya el hecho de que las autoridades actuales reconozcan la gran problemática que para nuestro país implica la invasión del crimen organizado en diferentes ámbitos de los gobiernos de todos los niveles es un avance para empezar a combatirlo con mayor certeza.

A los mexicanos esto además nos da un aliento diferente, el del combate de la injusticia de una clase política que primero con unos colores y luego con otros se ha aprovechado de su lugar en el poder para su propio beneficio sin menoscabo del perjuicio social de todo un país.

Considero que esto hará la diferencia en el devenir político: del antes y después de la erradicación de la impunidad de los más altos miembros de la clase política mexicana que han abusado de sus posiciones privilegiadas.

Este país ha hecho íconos de sus expresidentes, algunos de liberadores y combativos, otros de patriarcales y proteccionistas, pero los últimos, lo han sido de acciones egoístas execrables que derivaron en el ensanchamiento de la brecha de riqueza de unos cuantos, muy pocos, pero extremadamente acaudalados a costillas de los recursos de este país: los políticos ricos y sus amigos, y otros muchos, la gran mayoría, empobrecidos que ahora enfrentan carencias en todos los ámbitos.

Es precisamente esta condición de desconfianza de la clase política imperante hasta hace un par de años lo que llevó a muchos a votar como lo hicieron, y el asomo del inicio de un proceso judicial en contra de un expresidente lo alimenta. Por eso no es de extrañar el revuelo en todos los espacios para el ataque y la descalificación. El paso firme y seguro hacia la justicia que antes se antojaba onírico, hoy parece que nos despierta de una modorra nacional sumida en la impunidad.

¿Escuchan ese rasgueo de fibras sobre el suelo?, es el de la escoba que ya se acercó al peldaño superior de la escalera nacional, de la que se dijo barrerían la corrupción de arriba para abajo.

Rosa Eugenia García Gómez

Coordinadora de la Licenciatura de Periodismo en el Centro Universitario del Sur de la Universidad de Guadalajara.

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