La urdimbre cultural de ser mujer

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Rosa Eugenia García Gómez

A esta que aquí escribe el 8 de marzo pasado por lo menos tres personas la felicitaron por el Día de la Mujer, y si bien los nervios se tensaron un poco más, las neuronas académicas atemperaron las pasiones dado que ciertamente esta fecha no es para celebrar nada, sino para recordar las vejaciones que históricamente hemos protagonizado las mujeres.

Las estructuras sociales que le dan forma a nuestra vida cuando nacemos son las que enmarcan el todavía precario entendimiento de la lucha feminista, que por cierto no es de una corriente ni dos, sino una muestra fiel de lo diferenciada y diversificada que está la problemática social alrededor de la inequidad de género.

Desde las sufragistas hasta la teoría King Kong de Virginia Despentes pasando por Simone de Beauvoir y Chimamanda Ngozie Adichie, todas han aportado al entendimiento del feminismo haciendo notar el trato diferenciado por ser mujer y ser pobre; por ser mujer y ser de color; por ser mujer y haber sido violada; por ser mujer y no ser parte del occidente; por ser mujer y querer trabajar sin tener que disculparse por ello; por ser mujer y ser migrante; por ser mujer, tener hijos y buscar las formas de sobresalir en el entorno laboral.

Lejos está el discurso político de asimilar los problemas sociales que se han tejido alrededor de ser mujer. Son complejos como lo es la urdimbre cultural, parafraseando a Geertz. Lo que cada uno entiende en su imaginario particular de lo que debe ser una mujer es una construcción social.

Cambiar esas ideas a través del conocimiento y la reflexión colectiva para generar un contexto que permita el desarrollo equitativo de las mujeres es el reto.

              Rosa Eugenia García Gómez

Coordinadora de la Carrera de Periodismo en el CUSur

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