La escuela con coronavirus
La pandemia de coronavirus agarró a las escuelas con los dedos en la puerta. El gobierno de Jalisco anunció que a partir del lunes 16 de marzo, todos los planteles, de todos los niveles dejarían de tener clases presenciales. Entre lunes y jueves de esa semana, miles de maestros enfrentaron el reto de adaptar sus intervenciones al contexto de pandemia y de enfrentar una nueva avalancha de recriminaciones y burlas en su contra.
Más de mil 500 millones de alumnos en todo el mundo no pueden asistir a sus escuelas por efectos del coronavirus. La cifra es de la UNESCO, la institución internacional con más injerencia en las políticas educativas de la mayoría de países, quizá sea necesario puntualizar que México pertenece a ese colectivo y que los estudiantes jaliscienses son parte del 87% de la población escolar mundial que no va a la escuela físicamente. Asumir que el paro es por interés de los profesores locales, es miopía o mala leche.
La UNESCO habló en estos términos: “Nunca habíamos sido testigos de un trastorno educativo de tal magnitud”, lo que reconoce pues que habrá un daño: “debemos construir acciones coordinadas, innovadoras para descubrir soluciones”. Aunque hay una afectación grande, existe también un norte hacia donde caminar para repararlo.
Que la medida no haya sido decidida por los docentes, no significa que el asunto no nos ataña. A marchas forzadas el profesor mexicano tuvo que concebirse como un diseñador de experiencias de aprendizaje en línea, hacerse llegar los insumos necesarios para lograrlo y elaborar una guía para que sus alumnos siguieran aprendiendo.
Hay casos de éxito, pero no todos son así. Mucho depende del significado que el propio docente le asigna a su profesión. Quien asume que ser maestro es mantener un salón de estudiantes callados y sentados, contestando el libro, convirtió su intervención en una antología de tareas interminables que se equipara más al camino al Gólgota que a una experiencia de aprendizaje significativa.
En cambio, quien se reconoce como un diseñador de estrategias contextualizadas y significativas, tuvo más éxito en transformar su planeación original, en una experiencia de aprendizaje más acorde a las necesidades, fortalezas y condiciones de sus alumnos. En resumidas cuentas, estos docentes aplican el principio que la tecnología no sustituye a la pedagogía.
El gobierno federal comenzó muy pronto a realizar transformaciones en la vida educativa, sin embargo, el avance ha sido con precauciones y por lo tanto lento. De tal suerte que a estas fechas no hay un Plan de Estudios propuesto por la 4T, está en proceso y lleva su tiempo de maduración. Recientemente compartieron el documento: “Marco para la excelencia en la enseñanza y la gestión en la Educación Básica”, que es significativo porque marca los perfiles y los criterios que la autoridad educativa espera de los profesores.
“Ejercen su labor en una variedad de contextos sociales, educativos” expresa la orientación. Ser un buen maestro en tiempos del coronavirus significará, integrar el contexto virtual, a los espacios de enseñanza que la sociedad actual espera de los docentes.
Ahora, la otra cara de la moneda son las familias, el mismo documento, que como ya dije está articulado a orientaciones internacionales, reconoce que la acción docente: “requiere de la colaboración y corresponsabilidad de la sociedad y de las familias”.
La mayoría de los reclamos a los docentes llegaron de padres de familia abrumados por la cantidad de “tarea” que tuvieron que realizar sus hijos, para evitar que el paro obligado tuviera estragos irrecuperables. Habrá excepciones, pero la percepción es falsa. Lo que los estudiantes mexicanos se llevaron a sus casas, corresponde en términos generales, a una jornada normal, que se vuelve más ligera, gracias a las estrategias pedagógicas que emplean miles de maestros todos los días. Pero este nuevo contexto demanda mayor corresponsabilidad de las familias.
La novela “La Peste” Albert Camus, reconoce que una de las consecuencias de la tragedia es el imposible regreso a la normalidad. Después del coronavirus nada volverá a ser como antes, eso no significa forzosamente un panorama trágico, pero desde ahora podemos observar que la nueva normalidad incluirá sin duda otra forma de aprender.
Una en la que las personas sean autogestoras de sus aprendizajes y en el que los docentes, generen experiencias de aprendizaje, aunque sus alumnos no estén físicamente en el salón. Quien se adapte mejor y más rápido a este nuevo contexto, tendrá más posibilidades de éxito que quienes mantengan la búsqueda de culpables por su frustración.
Carlos Efrén Rangel
Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación por el ITESO. Maestro en Educación Básica por la UPN. Profesor de Español en Secundaria en la SEJ, y en la Secundaria Autlán. Profesor de Postgrado en la UPN 143. Editor de El Puente. Fue periodista durante 15 años.