Extraño a mis estudiantes

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Por: Rosa Eugenia García Gómez

Para quienes llevamos en esta vida más años se nos ha hecho común, como lo oíamos de nuestros padres y abuelos, escuchar e incluso a veces participar en los comentarios de descalificación de las conductas juveniles: Que si son irreflexivos, de su actuar poco consecuente o de incurrir en aquellos excesos que su fortaleza física les permite sin prever que es un estado temporal.

A veces creo que tal negatividad hacia los actos de la época de mocedad es por envidia, aunque claro, siempre hay críticos centrados y más o menos subjetivos. “Juventud divino tesoro” escribió Rubén Darío, y así llega la sensación que las críticas tienen una parte de añoranza de otros tiempos por los que todos pasamos cuando nos permitíamos ser “bocones”, contestatarios e irreverentes sin meditarlo mucho, sólo porque nos indignábamos y antes de analizarlo ya estábamos hablando.

Tengo la dicha de convivir con muchos jóvenes y si bien es más o menos común alguna de esas actitudes, puedo decir que en mi experiencia la mayoría de ellos son bien intencionados. Sin embargo, a esta actitud positiva, en esta semana pude sumar que en ellos existe toda la inquietud y ganas aportarle a este mundo desde su posición actual como profesionales en formación.

Realizamos unas jornadas académicas virtuales y en la vorágine de preguntas que los estudiantes vertían detecté una tendencia al compromiso que sienten por hacer mejor las cosas. Ellos y ellas cuestionaban sobre oportunidades de emprendimiento y asociacionismo, acerca de temas de inclusión, equidad, igualdad y ética.

También desbordaron los “chats” para pedir consejos, desde una postura humilde y abierta, esa que a veces a los mayores se nos olvida. ¿Será que ellos añoran sus aulas y profesores para el intercambio de ideas?, yo creo que sí… yo también los extraño a ellos.

Luego, en medio de conferencias virtuales, organización de logísticas y acuerdos, me topé con alguien del pasado. No reparé hasta el final de su ponencia que Daniel Camacho, el reconocido monero del Grupo Reforma que ha caricaturizado a más de tres presidentes y sus correspondientes acciones de gobierno, era aquel jovencito con el que coincidí en la Preparatoria 7 de 1986 a 1989, tenía entonces cara de niño y fumaba como chacuaco desde las 7 de la mañana. Seguramente de él, como de mí y de muchos otros de esa misma generación, nuestros profesores alguna vez dudaron que aportaríamos algo vital y potente a este mundo. Sin embargo, de entre los egresados de esas aulas ahora hay hombres y mujeres académicos, líderes de opinión, investigadores y médicos reconocidos.

Así que lo único que queda es la certeza de que la juventud, más que una guerra de hormonas, es la caja de Petri donde se cultivan las células que habrán de regenerar todo lo que hasta ahora los adultos no hemos tenido la capacidad de solventar.

Rosa Eugenia García Gómez

Coordinadora de la Licenciatura de Periodismo en el Centro Universitario del Sur de la Universidad de Guadalajara.

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