Homilía para el 1er domingo de Cuaresma 2013

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La fuerza de Jesús

Textos: Dt 26, 4-10; Rm 10, 8-13.

Jesús fue tentado, como escuchamos en el texto del Evangelio. El diablo le presentó posibilidades, situaciones, condiciones de las que Jesús se podía aprovechar para manifestarse poderoso. Y no cayó. Sí apareció que era poderoso, pero contra el demonio; se mostró fuerte, pero en la relación para con su Padre. Jesús tenía muy claros los compromisos del pueblo de Israel para con Dios: escuchar su Palabra y cumplirla, adorarlo sólo a Él, evitar tentarlo.

La fuerza de Jesús

Textos: Dt 26, 4-10; Rm 10, 8-13.

 

Jesús fue tentado, como escuchamos en el texto del Evangelio. El diablo le presentó posibilidades, situaciones, condiciones de las que Jesús se podía aprovechar para manifestarse poderoso. Y no cayó. Sí apareció que era poderoso, pero contra el demonio; se mostró fuerte, pero en la relación para con su Padre. Jesús tenía muy claros los compromisos del pueblo de Israel para con Dios: escuchar su Palabra y cumplirla, adorarlo sólo a Él, evitar tentarlo.

Las tentaciones no son situaciones de unos cuántos. Son parte de la condición humana. Nadie se libra de ser tentado. Por eso Jesús estuvo metido en ellas y no sólo en el desierto, antes de iniciar su misión, sino toda su vida: sus paisanos le pedían que hiciera milagros como en Cafarnaúm, sus discípulos y muchas gentes querían que multiplicara más panes, deseaba alejarse de la angustia y el sufrimiento en el Huerto de los Olivos, lo desafiaron a bajarse de la cruz.

La tentación consiste en la atracción de una persona hacia una cosa o situación mala o prohibida. A quien es tentado, se le presenta lo malo o lo prohibido como algo bueno para que lo acepte, lo consienta y lo realice. Por eso, detrás de cada tentación hay maldad, y la persona que tienta es pérfida. A Jesús se le ofreció como algo bueno convertir la piedra en pan, poseer todos los reinos de la tierra, aprovecharse de su relación con Dios para tenerlo a su servicio.

Frente a las tentaciones, Jesús se mostró fuerte: a pesar de estar sintiendo hambre, decidió no convertir la piedra en pan; ante la propuesta de tener el honor y la gloria que dan los bienes materiales, decidió no adorar al diablo sino a Dios; al tener la oportunidad de aprovechar a su Padre para su beneficio, se sostuvo en el mandato de Dios de adorarlo sólo a Él. La decisión de Jesús fue mantenerse fiel a Dios y caminar como Hijo suyo obediente. El Espíritu lo fortaleció.

Jesús nos da ejemplo y nos muestra el camino. No es fácil resistir las tentaciones. Se necesita mucha fuerza. El Espíritu Santo es quien la da; pero es necesario abrirse a su acción, porque hay que cumplir la misión. No se trata solamente de vencer la tentación por vencerla. En el fondo, la instigación es para no realizar la misión de anunciar buenas nuevas a los pobres, liberar a los cautivos y oprimidos, vivir el perdón. Jesús hizo que apareciera en Él la fuerza espiritual.

A nosotros también se nos presentan muchísimas tentaciones a lo largo de nuestra vida. ¿Quién no ha sido tentado? ¿Quién no ha caído en alguna tentación? Y siempre aparecen como cosas buenas, o permitidas, o como que si se hacen no pasa nada. El dinero fácil, la droga, las tranzas, la fama, el sexo, las últimas novedades en aparatos electrónicos. Quien tienta dice: anímate, prueba, cálale, se siente a gusto, tú puedes, nadie se va a dar cuenta, nadie nos ve.

Ante esto, estamos llamados a ser fuertes, a dejar que actúe el Espíritu Santo con su fuerza para mostrarnos como discípulos de Jesús, a sostenernos en la vida de hijos de Dios y hermanos de todos. Como no es fácil mantenerse sin caer en la tentación, es necesario incrementar nuestra experiencia de oración, el encuentro con la Palabra de Dios, la participación en los sacramentos, la vida de comunidad, el sentido de la justicia. De otra manera no lo lograremos.

Las tentaciones no las vamos a quitar en nuestra vida; es más, son necesarias para manifestar nuestra unión con Jesús, que nos da ejemplo de fortaleza ante el demonio y sus seducciones. En este primer domingo de Cuaresma nos fortalecemos con la Palabra, que nos dice que las tentaciones sí pueden ser vencidas. Además, hoy se nos ofrecen como alimento el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que dan fuerza para sostenernos fieles a Dios, como sucedió con Jesús.

17 de febrero de 2013

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