Homilía para el 8° domingo ordinario 2019

0

Vivir coherentemente
Los textos que acabamos de escuchar nos ayudan a tomar conciencia de que, como discípulos y discípulas de Jesús, tenemos que vivir de una manera coherente, sencilla, testimonial. El referente es el propio Jesús, quien espera que, en nuestra experiencia de seguimiento, al menos lleguemos a ser como Él. Dice que, al terminar el aprendizaje, el discípulo será como su Maestro. La reflexión de la Palabra de Dios nos prepara para recibir sacramentalmente este domingo a nuestro Maestro.

Vivir coherentemente

Textos: Eclo 27, 5-8; 1 Cor 15, 54-58; Lc 6, 39-45

Los textos que acabamos de escuchar nos ayudan a tomar conciencia de que, como discípulos y discípulas de Jesús, tenemos que vivir de una manera coherente, sencilla, testimonial. El referente es el propio Jesús, quien espera que, en nuestra experiencia de seguimiento, al menos lleguemos a ser como Él. Dice que, al terminar el aprendizaje, el discípulo será como su Maestro. La reflexión de la Palabra de Dios nos prepara para recibir sacramentalmente este domingo a nuestro Maestro.

Jesús vivía lo que predicaba y predicaba lo que vivía. Así tenemos que ser nosotros como discípulos suyos, y esto lo tenemos que manifestar en la vida diaria, en la relación con los demás en la familia, en la comunidad, en el trabajo. En esos espacios, sobre todo en las dificultades y discusiones, se expresa lo que es cada quien. Lo dice el autor del Sirácide: en la discusión aparecen la mentalidad, el razonamiento, los valores y los defectos de la persona. Para que nos revisemos. ¿Cómo reaccionamos en las discusiones? ¿Qué hacemos cuando nos enojamos con los demás? ¿No será que nos aparece la basura cuando nos sacuden, como sucede con el cernidor? Jesús dice que la boca habla de lo que está lleno el corazón. Y esto tanto en las alegrías como en los conflictos.

Jesús, sabiendo que los humanos fácilmente nos fijamos en los defectos de los demás, nos previene para que no seamos dobles, para que no nos sintamos perfectos y con derecho a juzgar o criticar a los demás por sus fallas, para que no vivamos de manera incoherente. Lo explica con los ejemplos del ciego que guía a otro ciego, de la viga en el propio ojo y de los frutos del árbol. Con ello nos indica que el camino a seguir es el reconocimiento de nuestros defectos, limitaciones, pecados, y asumir la conversión, ya de por sí, pero sobre todo si queremos corregir a los demás.

¿Qué le pasará a una persona invidente que quiere guiar a otra que está en la misma condición? Se van los dos a un pozo, dice nuestro Maestro. Para guiar a un ciego, se necesita ver bien. Para corregir, es necesario tener un buen testimonio de vida. No podemos llamar la atención a otra persona, por pequeña o grande que sea su falta, si nuestra vida anda por ningún lado. No tenemos el derecho ni la base para hacerlo, aunque sea el papá o la mamá con sus hijos, el esposo con la esposa o al revés, los pastores con los demás miembros de la comunidad, los maestros con sus alumnos, los trabajadores o los estudiantes con sus compañeros, los jefes con su personal. Jesús llama hipócritas a quienes se ubican de esta manera en la vida y pide quitar primero la viga que se lleva en el ojo para ver bien la basurita que la otra persona tiene en el suyo y podérsela quitar.

El proyecto de Jesús es que seamos buenos discípulos suyos, que vivamos de la misma manera y que demos los mismos frutos que Él. El árbol se conoce por sus frutos. Por eso espera de nosotros que seamos como árboles buenos, bien cultivados, que dan frutos buenos. Pero podemos darlos malos si somos como árboles malos, descuidados, llenos de plaga, con el corazón podrido.

El punto de valoración es cada situación de aprieto, de pleito, de desavenencia, de error de la otra persona. Allí aparece lo que tenemos dentro. Estamos llamados a la coherencia de vida, a hablar y vivir según lo que tenemos en el corazón, esperando que en el corazón tengamos las enseñanzas de Jesús y su testimonio de vida; estamos llamados a vivir de acuerdo a lo que decimos cuando corregimos al hermano. Estamos llamados a la conversión de vida, para sacar todo el mal que tenemos en el corazón. San Pablo, en su carta a los Corintios, pide estar firmes y permanecer constantes, trabajando con entusiasmo en la obra de Cristo. Hay que vivir con coherencia.

3 de marzo de 2019

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *