Homilía para el domingo de Pentecostés 2023

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Jesús prometió y cumplió. Era gente de palabra. En la Última Cena prometió el Espíritu Santo a sus discípulos y se lo comunicó la tarde de la Resurrección; lo envió también el día de Pentecostés.

Promesa cumplida

Textos: Hch 2,1-11; 1 Cor 12,3-7.12-13; Jn 20,19-23

Jesús prometió y cumplió. Era gente de palabra. En la Última Cena prometió el Espíritu Santo a sus discípulos y se lo comunicó a los tres días, la tarde de la Resurrección, como escuchamos en el texto del evangelio. Antes de volver al Padre pidió a sus discípulos que permanecieran en Jerusalén, porque recibirían la fuerza del Espíritu para ser sus testigos hasta los últimos rincones de la tierra; lo envió el día de Pentecostés, como escuchamos en la primera lectura. Con esta Eucaristía agradecemos a Dios el don de su Espíritu, pero nos alimentamos de ella para seguir, unidos a Jesús y conducidos por el Espíritu, en el anuncio y realización del Reino.

El regalo del Espíritu es para ir a la misión. Jesús fue enviado por su Padre a darnos la vida en abundancia; así envió a sus discípulos a trabajar por una vida digna. Para esto, sopló sobre ellos y les comunicó el Espíritu Santo, el mismo que descendió sobre Él después de que Juan lo bautizó en el Jordán. Este Espíritu lo condujo y lo fortaleció en la realización de la misión liberadora, hasta llegar a la cruz. A partir de la tarde de la Resurrección quedaron llenos de su fuerza para ir a la misión. Así como sucedió con ellos, en el Bautismo nosotros también recibimos ese mismo Espíritu y fuimos enviados y consagrados para la misión; al ser confirmados expresamos que nos comprometíamos a ser misioneros. También damos gracias a Dios por ese regalo suyo, pero hay que preguntarnos si, al igual que Jesús, somos gente de palabra. ¿Hemos estado cumpliendo nuestro compromiso de ser misioneros y de dar vida?

Los que recibieron el Espíritu el día de Pentecostés comenzaron a anunciar el Evangelio. Todos y todas se unieron en la realización de la misión y empezaron a dar testimonio de Jesús. Esa fue la encomienda que les hizo antes de regresar al Padre: que fueran hasta los últimos rincones de la tierra llevando la Buena Nueva, comenzando por Jerusalén. Y la Buena Nueva es Jesús, el crucificado y resucitado. Todas las personas que los escuchaban, comprendían el mensaje que ellos comunicaban, a pesar de que eran de varios países y, por tanto, tenían distintos idiomas. El Espíritu provoca que todos los pueblos se unan en el mismo lenguaje, que es el del amor; en la misma predicación, que es sobre la Resurrección de Jesús; en la misma confesión de la fe en el Resucitado. Ahí en Jerusalén comenzaban, pero debían seguir.

Jesús cumplió su promesa de enviarles la fuerza para ser sus testigos. Ellos cumplieron su compromiso de dar testimonio de Jesús con sus palabras y sus hechos. ¿Y nosotros? ¿Estamos también cumpliendo nuestra promesa, expresada en la Confirmación, de vivir como amigos de Jesús, de ser misioneros, vivir en comunidad, trabajar por el bien común, ser solidarios, preocuparnos por las necesidades de los pobres, defender los derechos humanos?

El Espíritu enviado por Jesús provoca, como fruto del anuncio del Evangelio, que en las comunidades nazcan muchos servicios para la misión, como reconoce Pablo en su Carta a los Corintios. El Espíritu trabaja desde el interior de cada persona que lo ha recibido; lo mueve a trabajar por el bien común, a colaborar desde su servicio para que la comunidad, comparada con el cuerpo, funcione bien. Si nos fijamos bien, en nuestra comunidad parroquial, en los barrios y colonias, nos faltan muchos servicios para la evangelización; esto quiere decir que no nos hemos abierto a la acción del Espíritu para que haya más y mejores servidores, más servicios y ministerios laicales. Tenemos una deuda grande con Jesús, que nos comunicó su Espíritu para que fuéramos sus testigos y para que viviéramos en comunidad. Pidamos a Dios que, cumpliendo nuestra palabra, maduremos como discípulos misioneros de Jesús.

28 de mayo de 2023

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