Homilía para el 6º domingo ordinario 2023

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Dios nos hizo libres, pero nos dio el referente para vivir la libertad: sus mandamientos. Nos los dio para que vivamos como hermanos.

Ser libres viviendo como hermanos

Textos: Eclo 15, 16-21; 1 Cor 2, 6-10; Mt 5, 17-37

Dios nos hizo libres, pero nos dio el referente para vivir la libertad: sus mandamientos. Nos los dio para que vivamos como hermanos. Jesús nos enseña que lo que tenemos que buscar es garantizar la dinámica de la hermandad, sintetizada en las bienaventuranzas.

A nosotros nos toca, en primer lugar, escuchar la voz de Dios, que nos pide guardar sus mandamientos y permanecer fieles a ellos. Jesús nos ha mandado no enojarnos con los hermanos, ni insultarlos y ni siquiera despreciarlos; reconciliarnos con quienes hemos ofendido antes de presentar la ofrenda a Dios; no mirar con malos deseos a otra persona, no jurar. El autor del Eclesiástico nos vuelve a nuestra condición de libertad, al decirnos que si queremos podemos guardar los mandamientos y permanecer fieles a ellos. “Si tú lo quieres”, “es cosa tuya”, dice. Si no queremos, no. Además, resalta de Dios que a nadie le ha mandado ser impío y a nadie le ha dado permiso para pecar; pero también a nadie le va a impedir hacer mal o pecar. Nos dejó en total libertad para que decidamos. Se lo agradecemos con la Eucaristía.

El deseo de Dios necesita ser discernido en nuestro corazón. Elegir entre el camino de la muerte o de la vida, entre vivir como hermanos o romper la hermandad, entre el fuego que destruye o el agua que refresca. En el discernimiento no debemos perder de vista que Dios ve con agrado a quienes lo temen y realizan lo que Él desea. Además, es necesaria la oración en el discernimiento para elegir bien, como le dice el salmista: “Ojalá que mis pasos se encaminen al cumplimiento de tus mandatos. Favorece a tu siervo para que viva y observe tus palabras”. El punto de referencia en el discernimiento es la voluntad de Dios, no la nuestra ni nuestras tendencias e instintos, conscientes de que es dichoso quien es fiel a sus enseñanzas.

Los mandamientos son para vivirlos, no solamente para repetirlos de memoria o tener claridad sobre lo que le agrada a Dios. Nuestra vida personal y nuestra vida de Iglesia en el barrio o colonia tiene que ser para construir la comunidad, para vivir como hermanos, para anunciar el Evangelio con los hechos personales y comunitarios. Jesús pide de sus discípulos que nuestra justicia sea mayor que la de los escribas y fariseos, que eran muy legalistas. De ahí que tenemos que cultivar el respeto a la dignidad de cada persona, la amistad, el encuentro, el diálogo, el compartir, la solidaridad, el perdón, la justicia. Jesús alabó a su Padre porque estas cosas del Reino las entendían y vivían los pobres, la gente sencilla.

Junto con vivir los mandamientos, como nos enseña Jesús con su testimonio de vida, tenemos que enseñarlos a los demás. El mejor modo de transmitirlos es viviéndolos. Actuar, en palabras de san Pablo, de acuerdo a la sabiduría divina. Quienes actúan de acuerdo a la sabiduría de este mundo, orientado por el poder, el tener, el negocio, el mercado, la ganancia, rompen la dinámica de la hermandad y conducen por el camino de la muerte. En relación a Jesús, Pablo señala que los dominantes de este mundo no actúan de acuerdo a la sabiduría de Dios, que nos habla en su Hijo, y por eso terminaron crucificándolo y lo siguen crucificando en los demás, los frágiles, los débiles, los pobres, la Madre Tierra.

Pidamos al Señor su sabiduría –la del Espíritu, que conoce hasta lo más profundo de Dios– para escucharlo, discernir su voluntad, actuar con libertad, en la dinámica de la hermandad, y transmitir esto a los demás. Recordemos que nos hizo libres y de nosotros depende cumplir o no sus mandatos. Aprendamos de Jesús, el hombre libre y obediente a la voluntad de Dios.

12 de febrero de 2023

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