Homilía para el 1º de enero de 2023

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San Lucas resalta de María su actitud ante el Misterio: “guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón”.

Abiertos ante el Misterio

Textos: Nm 6, 22-27; Gál 4, 4-7; Lc 2, 16-21

Este domingo, por ser primer día del año, celebramos a la Virgen María como Madre de Dios y la Jornada Mundial de la Paz. Damos gracias a Dios por lo que nos concedió a lo largo del 2022, por el testimonio de María de Nazaret –quien se presentó ante Juan Diego como la Madre del verdadero Dios por quien vivimos– y pedimos por la paz en el mundo; pero también, al comulgar, renovamos el compromiso de vivir todo el año siguiendo el ejemplo de la Virgen y trabajando por sembrar la paz en nuestra familia, comunidad, sociedad y naturaleza.

San Lucas resalta de María su actitud ante el Misterio: “guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón”. Dios se estaba revelando no sólo en su Hijo recién nacido, sino también en la voz de los pastores. Ellos habían recibido la noticia del ángel sobre el nacimiento del Salvador, que era el Mesías esperado, el Señor; y, además, la señal para encontrarlo: el niño envuelto en pañales y recostado en el pesebre. Fue una noticia de mucha alegría, alegría que venció el temor que experimentaron ante la presencia del ángel, que los llenó de luz. En medio de la noche, quedaron llenos de luz, no solo por fuera sino por dentro, en su corazón; en la experiencia de temor quedaron con su corazón lleno de alegría y de paz.

Esto que vivieron los pastores nos ilumina en relación a lo que tiene que ser nuestra vida cuando recibimos la Buena Nueva, el Evangelio. Tenemos problemas, crisis, sufrimientos, noches oscuras, tanto de manera personal como en la comunidad, y de una o de otra manera el Señor nos ofrece una luz de esperanza, una palabra de aliento, un gesto de ánimo. Él tiene sus mensajeros –santos de al lado, como dice el Papa Francisco– y tenemos que ser capaces, como aquellos pastores, de descubrir su presencia, de captar su voz, de comprender su mensaje, de vencer los temores, de alegrarnos, de experimentar la paz, de compartir la vivencia.

Los pastores se pusieron inmediatamente en camino para ir a buscar al Niño. Al dar con Él, transmitieron lo que llevaban en su corazón: la alegría por la noticia del ángel, las señales para encontrar al Niño, la luz de la gloria de Dios, la paz que da el cumplimiento de su esperanza de recibir al Mesías. Se convirtieron en mensajeros de Dios para José y María y para quienes estaban con ellos en aquella noche. Los pobres anunciando la Buena Nueva a los pobres. Cómo nos falta a los bautizados hacer esto mismo en la comunidad, en los lugares de trabajo, en medio de la sociedad, en las situaciones de sufrimiento y exclusión.

María, adolorida y cansada por el parto, como toda mamá estaba viviendo en silencio lo que pasaba con su Hijo. ¿Qué mamá no se siente orgullosa con los halagos que reciben sus hijos, se entristece con las preocupaciones de sus hijos, se preocupa con las preocupaciones de sus hijos, sufre con los sufrimientos de sus hijos, se alegra con las alegrías y pasos en la vida de sus hijos? En ese caso María estaba ante el Misterio de Dios, recibido y transmitido por los pobres. Dios se manifiesta de manera velada en medio de la noche, las crisis, los sufrimientos, la esperanza, la alegría del pobre. Era lo que María guardaba y meditaba en su corazón. El Misterio es para contemplarlo, aunque no se comprenda. Y allí estaba en el Niño envuelto en pañales y recostado en el pesebre, allí estaba en la presencia y la voz de los pobres.

Aprendamos de María a abrirnos al Misterio de Dios. Él se nos manifiesta en donde hay signos de vida y esperanza, aún en medio de la injusticia, la violencia, el sufrimiento. Él nos comunica su mensaje a través de los pobres y sufrientes, de los que no pierden la esperanza.

1º de enero de 2023

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