Homilía del 1er domingo de Adviento 2010

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“Estén preparados” (Mt 24, 42). Son las palabras de Jesús que resuenan en este primer domingo de Adviento. La participación en la celebración dominical nos ayuda a mantenernos en actitud de preparación para recibir al Señor que se acerca. Viene la Navidad y hay que estar preparados, no al estilo que ofrece el mercado sino al estilo que nos propone Jesús: despiertos, en vela, cumpliendo nuestra misión. Y también hay que estar preparados para su segunda venida.

“Estén preparados”

Textos: Is 2, 1-5; Rm 13, 11-14; Mt 24, 37-44. 

"Uno será llevado y el otro será dejado; una será tomada y la otra dejada"

“Estén preparados” (Mt 24, 42). Son las palabras de Jesús que resuenan en este primer domingo de Adviento. La participación en la celebración dominical nos ayuda a mantenernos en actitud de preparación para recibir al Señor que se acerca. Viene la Navidad y hay que estar preparados, no al estilo que ofrece el mercado sino al estilo que nos propone Jesús: despiertos, en vela, cumpliendo nuestra misión. Y también hay que estar preparados para su segunda venida. 

Los textos de la Palabra de Dios que se acaban de proclamar nos indican cómo es que tenemos que hacer nuestra preparación para encontrarnos con Cristo, para celebrar bien su nacimiento. En primer lugar, nos dice san Pablo: “Tomen en cuenta el momento en que vivimos” (Rm 13, 11). Es necesario estar atentos siempre a la situación económica, política, social, religiosa en que nos encontramos. Ahí tenemos que hacer nuestro discernimiento como cristianos. 

Hoy vivimos una situación de pobreza en aumento vertiginoso, de violencia sin control, de consumo desmedido, de “darle vuelo a la hilacha”, de ausencia en la vida comunitaria. Ante esto nos indica nuevamente san Pablo: “Ya es hora de que se despierten del sueño” (Id.). Los cristianos no debemos estar dormidos, con los ojos cerrados, despreocupados ante lo que estamos viviendo a diario. Es hora de despertar porque ahora nuestra salvación está más cerca (Id.). 

Jesús nos pide que estemos despiertos y preparados. Lo tenemos que hacer personal y comunitariamente. ¿Cómo hacer para mantenernos así en medio del ambiente en que estamos? Isaías y Pablo nos dan algunas indicaciones. Hay que dejar de hacer algunas cosas e implementar otras. Esto supone descernimiento constante. Isaías pide cambiar las espadas por arados y las lanzas por podaderas, no estar en pleito y no adiestrarse para la guerra, luchar por la paz. 

Para prepararnos hay que desechar las obras de las tinieblas y revestirnos con las armas de la luz, según lo que nos pide Pablo. ¿Cuáles son las obras de las tinieblas? La injusticia, los chismes, los rencores, los falsos; todo aquello que distancia a las personas y divide a la comunidad. Nada de comilonas ni borracheras, nada de lujurias ni desenfrenos, nada de pleitos ni envidias (v. 13), pide Pablo a los Romanos. Todo esto hay que quitar de nuestra vida. 

Para estar preparados, para que no nos sorprenda la llegada de Cristo, tenemos que revestirnos de las armas de la luz: la justicia, la solidaridad, el encuentro, el perdón, la reconciliación, la hermandad. Se trata de todo aquello que nos acerque a los demás y nos ayude a ser hermanos, de lo que nos lleve a vivir la comunión en la comunidad, de las acciones que nos conduzcan a la igualdad en la sociedad. Esto nos lleva a replantear nuestra vida personal y comunitaria. 

Si no nos preparamos, si no nos mantenemos en vela, nos puede suceder lo mismo que a los contemporáneos de Noé. Jesús nos lo advierte. Nadie hizo caso de la palabra de Dios que Noé trasmitió. Todo mundo seguía comiendo, bebiendo, casándose; nadie se preocupó de cambiar de vida y, cuando menos lo esperaban, llegó el diluvio. Solamente Noé y su familia, que estaban preparados, se salvaron. Hay que prepararnos para la Navidad y para la otra venida de Cristo. 

A la luz de la Palabra de Dios revisemos nuestra manera de vivir. Pongámonos en vela, estemos despiertos. Hoy tenemos la oportunidad de seguirnos preparando para recibir al Señor que se acerca. No sigamos las invitaciones del comercio ni del ambiente que nos aleja de la hermandad; hagámosle caso a Jesús, para que seamos aquel que es tomado del campo porque está preparado o aquella mujer que está moliendo y es tomada porque está preparada. 

28 de noviembre de 2010

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