El pasado mes de marzo se formalizó el anuncio: el Dalai Lama, líder político del Tíbet desde 1950, renunciará al poder para impulsar una transición democrática y fortalecer la autoridad del gobierno que dirige en el exilio desde hace más de 50 años.


El Dalai Lama obtuvo el Premio Nobel de la Paz en 1989 por su intensa lucha pacífica por el respeto a la región del Tíbet, ubicada al norte de los Himalayas y el noroeste de China, en su religión, cultura y derechos humanos. El Dalai rechaza todo tipo de violencia y considera que tanto las huelgas de hambre como las sanciones económicas son formas no legítimas de protesta. Las últimas 5 décadas se ha dedicado, desde la sede de su gobierno en Dharamsala, India, a construir el movimiento tibetano como una fuerza global logrando incluso que políticos chinos consideren la posibilidad de una solución negociada que le permita regresar al Tíbet, una “vía intermedia”.

Después del anuncio y en este contexto, el 14 de marzo se inició el proceso de debate elegir un nuevo primer ministro en el parlamento y la discusión de algunos cambios a los estatutos y normas necesarias propuestas por el Dalai Lama para permitir el funcionamiento del gobierno en torno a una autoridad electa. Lobsang Sangay, académico de Harvard en materia legal y que no ha vivido nunca en territorio tibetano, fue elegido el nuevo primer ministro por el 55% por ciento de los más de 83 millones de tibetanos. Se cree que su postura más radical impulsará nuevamente la idea de una independencia completa a diferencia de la “vía intermedia” que seguía el Dalai Lama.

Es claro que esto no significará que el Dalai Lama deje de ser reconocido, dentro y fuera de China, como el máximo líder del pueblo tibetano y su causa. Pero su decisión provocará un impulso a la lucha que enarbolará ahora la causa democrática, y le otorgará mayor credibilidad a quien sea electo, sobre todo dentro del Tíbet en donde se verá que el Dalai Lama ha cumplido su promesa de dejar que la gente elija a sus líderes, mientras el gobierno chino no lo ha hecho.

Además con esta decisión ayudará a evitar una crisis de liderazgo en caso de que el Dalai Lama muriera y dificultará a China que influya en el curso de la independencia tras su muerte. Así, el futuro político del movimiento tibetano sigue dependiendo en gran medida de una cuestión no resuelta: quién será el 14vo. Dalai Lama.

Publicación en Impreso

Número de Edición: 110
Autores: Ana María Vázquez
Sección de Impreso: Miradas

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