Homilía para el domingo de Epifanía 2014

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Llenos de alegría

Textos: Is 60, 1-6; Ef 3, 2-3. 5-6; Mt 2, 1-12.

magos

En este domingo celebramos la manifestación de Dios a todos los pueblos de la tierra. En este acontecimiento, al que llamamos Epifanía del Señor, descubrimos que Dios no es propiedad exclusiva de ningún pueblo ni de ninguna religión; Dios le pertenece a toda la humanidad. En los magos de oriente están representados los pueblos de todos los tiempos. Dios se les manifestó en la pequeñez de un Niño débil, recostado en un pesebre, y esto los llenó de alegría.

Llenos de alegría

Textos: Is 60, 1-6; Ef 3, 2-3. 5-6; Mt 2, 1-12.

magos

En este domingo celebramos la manifestación de Dios a todos los pueblos de la tierra. En este acontecimiento, al que llamamos Epifanía del Señor, descubrimos que Dios no es propiedad exclusiva de ningún pueblo ni de ninguna religión; Dios le pertenece a toda la humanidad. En los magos de oriente están representados los pueblos de todos los tiempos. Dios se les manifestó en la pequeñez de un Niño débil, recostado en un pesebre, y esto los llenó de alegría.

La alegría es un sentimiento interior que se manifiesta con signos externos. Es un sentimiento que llena el corazón de las personas. En el caso de los magos, dice san Mateo que se llenaron de una alegría inmensa. Inmensa no es sólo grande sino sin medida. No se puede decir qué tanto abarca. Solamente quien la experimenta sabe lo grande de su alegría. Este sentimiento se exterioriza con gestos, palabras, expresiones, actitudes; y se transmite a los demás.

Los magos iban buscando al Rey de los judíos recién nacido. ¿De dónde los llegó la noticia? ¿Cómo les llegó? ¿Quién se la comunicó? Eso es lo de menos. Lo importante fue que la recibieron e inmediatamente reaccionaron, poniéndose en camino y preguntando por el Niño. Llegaron al palacio de Herodes, el rey en Judea puesto por Roma, pensando que allí estaría, pues lo común es que si se trata de un rey que acaba de nacer, esté en el espacio del poder político.

Para llegar a Jerusalén y luego a donde estaba Jesús con José y María, los magos siguieron una estrella. Se dejaron conducir por ella hasta estar frente al Niño. ¡Qué diferente fue con Herodes, los sumos sacerdotes y los escribas! Para ellos la estrella no brilló y, aunque tenían la noticia del Niño recién nacido, no se movieron sino que permanecieron en su palacio, en su templo, en sus escritos. Mucho menos se alegraron con la noticia. Al contrario, se preocuparon.

Nosotros nos encontraremos hoy con Jesús, que se sigue empequeñeciendo para darse a conocer a todos los pueblos. Se quedará en unos panes y en un poco de vino. Esto nos llena de alegría porque lo podremos tocar, adorar, ofrecerle nuestros dones, el principal de los cuales es nuestra persona. Agradezcamos a Dios el sacramento de la Comunión, que nos permite recibirlo al menos cada domingo, como sucederá en este encuentro dominical en unos momentos más.

Nos alegramos con la Comunión, de manera especial con la primera. Si hacemos memoria, cuando hicimos la Primera Comunión, la vivimos con muchísima alegría, aunque al pasar de los años mucha gente se va despreocupando de comulgar; después ya no se vive con igual alegría ese momento, que es el más importante de la Misa. Y esto nos debería preocupar porque la Eucaristía, toda la celebración, es el culmen de la vida cristiana y la fuente para ir a la misión.

Si recibimos la Comunión no es solamente para estar contentos o para quedarnos tranquilos. Ciertamente nos trae la paz, pero también nos compromete. Los magos regresaron a su tierra a llevar la noticia de su encuentro con el Rey de los judíos. Si comulgamos es precisamente para ir a la misión. Así como recibimos con alegría el Cuerpo y la Sangre de Cristo, así debemos transmitir a los demás el Evangelio y nuestra experiencia de encuentro con Jesús. Este es un desafío.

Es un desafío porque, en la práctica, esto de llevar el Evangelio a los demás, muy poco lo hacemos y, además, se hace con pesar. A nosotros nos toca ser la estrella que guíe hacia Jesús a los demás, especialmente a quienes estando bautizados se han alejado de la vida de la Iglesia. Que el encuentro sacramental de hoy lo prolonguemos, como los magos, en la misión. Compartamos la alegría de recibirlo e interesemos a los demás por buscar a Jesús y encontrarse con Él.

5 de enero de 2014

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