Homilía para el domingo de Cristo Rey 2013

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Pastor misericordioso

Textos: 2 Sam 5, 1-3; Col 1, 12-20; Lc 23, 35-43.

Cristo Rey C 001

Hoy que se clausura la celebración del Año de la Fe, en la solemnidad de Cristo, Rey del Universo, se nos ofrece la imagen del Buen Pastor para que la contemplemos y nos veamos reflejados en ella. Jesús estaba en la cruz, clavado como rey de los judíos, ejerciendo su ser Pastor. Jesús fue un Rey Pastor, no un rey dominante, aplastador, poderoso; estaba en la peor condición en que se podía encontrar un judío: coronado de espinas, colgado en la cruz, insultado por todos.

Pastor misericordioso

Textos: 2 Sam 5, 1-3; Col 1, 12-20; Lc 23, 35-43.

Cristo Rey C 001

Hoy que se clausura la celebración del Año de la Fe, en la solemnidad de Cristo, Rey del Universo, se nos ofrece la imagen del Buen Pastor para que la contemplemos y nos veamos reflejados en ella. Jesús estaba en la cruz, clavado como rey de los judíos, ejerciendo su ser Pastor. Jesús fue un Rey Pastor, no un rey dominante, aplastador, poderoso; estaba en la peor condición en que se podía encontrar un judío: coronado de espinas, colgado en la cruz, insultado por todos.

¿Qué rey podía ser ese? Sin embargo, estaba ejerciendo su condición real. Jesús era Pastor. Un pastor ve por el bien de sus ovejas, las cuida, las defiende, hace todo lo que está a su alcance por ellas, aguanta los embates de los lobos, da su vida por ellas. Así se encontraba precisamente Jesús. Había servido toda su vida: escuchando a los afligidos, caminando en medio de los pobres, curando enfermos, consolando a los sufrientes, perdonando pecados, etc., etc.

Ahora, en la cruz estaba culminando su entrega para el bien de sus ovejas. Sus ovejas no eran sólo los discípulos y discípulas, menos aún los Doce; sus ovejas eran y siguen siendo todos los humanos. Por todos, como reconoce san Pablo, derramó su sangre: todos reciben el perdón de los pecados, todos participan del reino de la luz, a todos les comunica la paz. Lo que pasó con el buen ladrón sucede con todos los que creen en Él: participan de su Reino de vida.

Allí en la cruz, mientras que los lobos lo atacaban, Jesús se mostró como Pastor misericordioso. Las autoridades, los soldados, uno de los malhechores, lo insultaban. Le decían que si de veras era rey, se bajara de la cruz; lo retaban a que mostrara su poder real renunciando a la cruz. Jesús se mantuvo paciente: escuchó las agresiones y no las regresó, como hacemos muchos de nosotros; escuchó al ladrón que le pidió se acordara de él en su Reino y lo perdonó.

A esto estamos llamados todos los bautizados. En el Bautismo fuimos injertados en la persona, vida y misión de Jesús. Allí fuimos consagrados reyes como Jesús. Por eso tenemos el compromiso de vivir la realeza como Él. Por ser bautizados, debemos ser servidores todo el tiempo, escuchar y consolar a los afligidos, vivir la solidaridad, ser misericordiosos, ofrecer y dar el perdón; es decir, debemos ser reyes servidores y no reyes opresores, buenos pastores y no lobos.

Siendo bautizados, habiendo sido consagrados reyes, muchos miembros de la Iglesia actúan –actuamos, dijo el zancudo– agrediendo, insultando, retando, vengándose, etc. Eso no es propio de un pastor, esa no es la manera de actuar de un verdadero rey; eso es más bien lo propio de un lobo. Se echa sobre los demás, abusa de los débiles, se burla de quienes viven el servicio, reprueba y condena a quienes perdonan, desacredita a las personas que son misericordiosas.

Hoy que celebramos la fiesta del Rey de Universo, tenemos la oportunidad de renovar nuestra condición de reyes. Jesús nos perdonó, asumamos pues el compromiso de perdonar a los demás, especialmente a quienes nos han ofendido o dañado. Jesús dio su vida por nosotros en la cruz, como culmen de su servicio diario; renovemos la tarea de ser reyes servidores de los demás y la invitación de Jesús a cargar hasta el final nuestra cruz. No renunciemos a ella.

Animados por el testimonio de Jesús, hagámonos pastores misericordiosos. Al profesar nuestra fe en el Rey del Universo –diremos que su reino no tendrá fin– expresemos nuestro compromiso de hacer presente su reinado entre nosotros a través del servicio, la misericordia y el perdón. Alimentados con el Cuerpo y la Sangre de Jesús, ofrecidos en el sacrificio supremo de la Cruz, volvamos a nuestros espacios ordinarios a entregarnos para que los demás tengan vida.

24 de noviembre de 2013

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