Homilía para el 28º domingo ordinario 2015

0

Ser bautizados libres

Ord28 B 15

Una de las cosas que nos identifican como personas, uno de nuestros derechos y algo que reclamamos es la libertad. Dios nos creó libres y se lo agradecemos con esta Eucaristía dominical. Los textos bíblicos que se han proclamado, especialmente el Evangelio, nos ayudan a revisar nuestra vida, nuestras opciones, nuestro condición de bautizados. Antes de acercarnos a la Comunión sacramental, y para prepararnos a ella, podemos preguntarnos si somos libres.

Ser bautizados libres

Textos: Sb 7, 7-11; Hb 4, 12-13; Mc 10, 17-30.

Ord28 B 15

Una de las cosas que nos identifican como personas, uno de nuestros derechos y algo que reclamamos es la libertad. Dios nos creó libres y se lo agradecemos con esta Eucaristía dominical. Los textos bíblicos que se han proclamado, especialmente el Evangelio, nos ayudan a revisar nuestra vida, nuestras opciones, nuestro condición de bautizados. Antes de acercarnos a la Comunión sacramental, y para prepararnos a ella, podemos preguntarnos si somos libres.

Aquel joven que se acercó a Jesús se sentía libre y Jesús lo puso en evidencia al señalarle las condiciones para seguirlo en su camino y, por tanto, para alcanzar la vida eterna. Sobre esto fue la pregunta inicial. Jesús le recordó los mandamientos. Éstos estaban puestos para que, al practicarlos, los israelitas consiguieran la salvación. El joven los había vivido desde hacía años, según le confesó a Jesús. Pero, como que no estaba satisfecho con cumplir los mandamientos.

Y entonces Jesús lo probó en su libertad. Dice san Marcos que lo miró con amor. Sabía que le iba a doler, pero sabía que le ofrecería el verdadero camino para alcanzar la libertad. Le dijo que sólo le faltaba una cosa. Nada más una. Le pidió ir a vender todo lo que poseía –¡todo!– y dar el dinero a los pobres. Es decir, deshacerse de todo y quedarse sin nada; y, para acabarla, repartir el dinero entre los pobres. ¡Qué tal prueba para aquel joven que poseía muchos bienes!

Lo que Jesús le pidió fue despegarse del dinero, que da seguridad, poder y fama; deshacerse de los bienes materiales que ofrecen comodidades y aseguran el bienestar; cambiar su modo de relacionarse con las posesiones; modificar su orientación en la vida poniéndose al servicio de los pobres. Hacerlo le llevaría a conseguir un tesoro más grande que el que tenía. Pero esto sólo se puede comprender en el proyecto de Jesús que siendo rico se empobreció por nosotros.

No logró liberarse de sus bienes. Le llegó el pesar, entró en crisis, se arrepintió de haberle hecho aquella pregunta. ¿Cómo iba a quedar en la pobreza, sin bienes y sin dinero, sin su buena presentación exterior y sin su estilo de vida en la riqueza, sin el poder y la fama que poseía? No dio el paso. Mostró su atadura al dinero y su dependencia de los bienes materiales, su indisposición para servir a los pobres, su resistencia a la propuesta de Jesús de quedar libre y seguirlo.

Mejor dio vuelta. No era libre. Sus bienes lo tenían amarrado. Por eso Jesús comentó con sus discípulos lo que sucede con quienes confían en las riquezas: no entran en el Reino de Dios. Para esto se necesita el ejercicio de la libertad. Y el dinero y las cosas son una muy buena prueba. Jesús agregó todavía el desprendimiento de la casa y de la propia familia. Eso era lo que Él había hecho. No tenía dinero ni bienes, había dejado su casa y su familia para irse a su misión.

 Bien dice la Carta a los Hebreos que la Palabra de Dios penetra hasta lo más íntimo del alma y descubre los pensamientos e intenciones que se cultivan en el corazón. En el corazón del joven estaban sus bienes, ahí los cultivaba, ahí les rendía culto. ¿Cómo andamos nosotros? ¿Nos consideramos libres? ¿Somos capaces de desprendernos de nuestro dinero y nuestros bienes materiales para quedarnos sin nada? ¿Podremos repartir entre los pobres lo que tenemos?

Lo que Jesús pide es vivir en la libertad para poder seguirlo. No basta con cumplir los mandamientos para alcanzar la salvación. Es necesario optar por la pobreza y el servicio a los pobres. Hay también una promesa: ganar muchos amigos, familias, casas y tierras, junto con persecuciones. Pidamos a Dios la prudencia, ensalzada por el libro de la Sabiduría, para ser bautizados libres. Preparémonos a recibir la Comunión y, con Ella, asumir la propuesta de Jesús.

11 de octubre de 2015

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *