Homilía para el 28º domingo ordinario 2013

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Compasión y agradecimiento

Textos: 2 Re 5, 14-17; 2 Tim 2, 8-13; Lc 17, 11-19.

Ordinario 28 C 001

Para prepararnos a la Comunión sacramental, este domingo la Palabra de Dios nos ofrece para la reflexión testimonios de servicio y de agradecimiento a Dios. Por una parte Naamán, un general sirio, curado por Eliseo; por otra parte, diez leprosos curados por Jesús. Estos pasajes bíblicos nos ayudan a revisar y valorar nuestra ubicación de frente a los desechados de la sociedad, si nos compadecemos de ellos y les tendemos la mano o, por el contrario, los ignoramos.

Compasión y agradecimiento

Textos: 2 Re 5, 14-17; 2 Tim 2, 8-13; Lc 17, 11-19.

Ordinario 28 C 001

Para prepararnos a la Comunión sacramental, este domingo la Palabra de Dios nos ofrece para la reflexión testimonios de servicio y de agradecimiento a Dios. Por una parte Naamán, un general sirio, curado por Eliseo; por otra parte, diez leprosos curados por Jesús. Estos pasajes bíblicos nos ayudan a revisar y valorar nuestra ubicación de frente a los desechados de la sociedad, si nos compadecemos de ellos y les tendemos la mano o, por el contrario, los ignoramos.

Naamán, el leproso, fue a buscar al profeta Eliseo para que lo curara. Eliseo le pidió solamente que se bañara en el río Jordán siete veces. Naamán se había enojado porque esperaba que Eliseo invocara a Dios y lo tocara para quedar sin lepra. Pero sus acompañantes le dijeron que no perdía nada y que el profeta no le había pedido nada extraordinario, solamente que se metiera al río como le había dicho. Entonces hizo lo que le indicó Eliseo y quedó totalmente limpio.

Los diez leprosos salieron al encuentro de Jesús para pedirle que tuviera compasión de ellos. Nadie se había compadecido de ellos: ni su familia, que los había expulsado de su casa; ni sus vecinos, que los habían echado fuera de su pueblo; ni los sacerdotes, que los habían declarado impuros; ni la ley, que les pedía que anduvieran por los montes, cubiertos hasta la nariz, despeinados y gritando que estaban impuros. Jesús fue el único que los compadeció.

Le pidieron que tuviera compasión, que hiciera suyo su sufrimiento, que padeciera junto con ellos. Eso hizo Jesús. Y les indicó lo que tenían que hacer después de quedar curados: ir con los sacerdotes para que les dieran su certificado de curación, hacer los ritos de purificación, volver a su pueblo y reintegrarse a su familia. San Lucas dice que mientras iban a presentarse a los sacerdotes, los leprosos quedaron limpios. Estaban en condiciones de volver a su vida ordinaria.

A nuestro alrededor, en nuestra familia, en el barrio, hay personas que están sufriendo por alguna enfermedad, como VIH-Sida, cáncer, diabetes…; o porque han caído prisioneros del alcohol o de alguna droga, o porque han llegado de otras partes a buscar la vida. Estas personas están pidiendo a gritos que tengamos compasión de ellas, que les tendamos la mano, que las reintegremos a la sociedad. ¿Qué estamos haciendo para padecer con ellas y ayudarles?

Tanto Naamán como uno de los diez leprosos, no eran judíos. Eran, por lo mismo, considerados paganos por los judíos. Ellos fueron capaces de reconocer en los gestos de Eliseo y de Jesús, la acción de Dios. Lo alabaron a su manera: el general sirio llevando tierra para hacerle un altar al Dios de Israel; el samaritano, alabando a Dios en voz alta y agradeciéndole personalmente a Jesús. La fe se hizo presente en dos paganos. Fueron más religiosos que muchos otros.

Jesús terminó alabando la fe del samaritano y, al reconocérsela, lo puso de ejemplo para los judíos y especialmente para sus discípulos, que lo acompañaban. Al mismo tiempo, reprobó la fe de sus paisanos judíos, curados también como el samaritano. Muchas veces son más agradecidas con Dios las personas que no son creyentes en Jesús, que nosotros los católicos. Recibimos favores de Dios a través de otras personas y nos cuesta agradecer a Dios.

Vamos a encontrarnos sacramentalmente con Jesús, vamos a comulgar su Cuerpo y Sangre. Esto nos compromete a ser compasivos como Él, no sólo con aquellos diez leprosos sino con todos los enfermos y sufrientes. Hoy el Señor nos da la oportunidad de renovar nuestra vida y el modo de ubicarnos ante quienes esperan que los creyentes en Jesús nos compadezcamos. Que esta Eucaristía dominical nos lleve a ser compasivos con los desechados por nuestra sociedad.

13 de octubre de 2013

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