Homilía para el 27º domingo ordinario 2021

0

Hay una expresión que, de varios modos, coincide en los textos bíblicos que se nos ofrecen para prepararnos hoy a recibir la Comunión. “Tienen la misma condición humana”.

Tenemos la misma condición humana

Textos: Gn 2, 18-24; Hb 2, 8-11; Mc 10, 2-16

Hay una expresión que, de varios modos, coincide en los textos bíblicos que se nos ofrecen para prepararnos hoy a recibir la Comunión. “Tienen la misma condición humana”, proclama el autor de la Carta a los Hebreos refiriéndose a la igualdad entre Jesús, que es el santificador, y toda la humanidad, hombres y mujeres, que somos los santificados.

Así nos creó Dios, iguales en dignidad y, por tanto, en derechos. Él decidió hacerle al hombre alguien como él. Adán, al ver a la mujer que Dios había formado, reconoció que era igual a él, carne de su carne y hueso de sus huesos. Sobre este reconocimiento, al diseñar el matrimonio, Dios quiso que los dos fueran una sola carne. Esto mismo lo reafirmó Jesús en su respuesta a la pregunta sobre el divorcio. Jesús remarcó la condición de igualdad entre hombres y mujeres, al recordar que, al crearlos, Dios los hizo hombre y mujer. Ambos son creación de Dios, los hizo iguales, les dio la misma condición para vivir la comunión.

A pesar de que se ha pregonado la igualdad entre hombres y mujeres en nuestra sociedad, hay muchísimas situaciones que manifiestan que vivimos en una sociedad machista. Hay diferencias bien claras en la relación entre hombres y mujeres, tanto en las familias como en los barrios y en los lugares de trabajo: los varones vemos como inferiores a las mujeres; en la relación entre esposos, él espera ser servido y no estar al servicio de ella; la esposa tiene que pedir permiso para salir, el esposo simplemente se sale sin pedir permiso; a las hijas se les forma para obedecer y servir a los varones, a los hijos para mandar y ser servidos por las mujeres; en los lugares de trabajo, a las mujeres se les paga menos por realizar el mismo trabajo, y hasta mejor hecho, que a los hombres; en las situaciones de embarazo, ella es la que tiene la culpa y queda con la carga de algo realizado por los dos.

En el asunto que le plantearon a Jesús sobre el divorcio, está detrás el machismo de la sociedad judía que privilegiaba a los varones y minusvaloraba a las mujeres. Por eso, Jesús, más que decir si era lícito o no a un hombre divorciarse de su esposa, lo que hizo fue recordar la acción creadora de Dios, en la que hizo iguales a los dos y los diseñó para la comunión.

La Palabra de Dios de este domingo cuestiona nuestra manera de ubicarnos en la relación hombre-mujer. Dios nos creó iguales para vivir la ayuda mutua. Dios nos creó con la misma dignidad. Es tan grande esta condición de igualdad entre hombres y mujeres, que Jesús mismo la asumió. Él se hizo humano, participó de nuestra condición humana creada para la igualdad, no se avergonzó de haberse empequeñecido para ser nuestro hermano.

Hoy la Palabra nos llama a repensar nuestras actitudes machistas que expresan que no hemos comprendido el proyecto de Dios. Hay que quitar de nuestra vida todos los signos que reflejen que los varones nos consideramos más que las mujeres y cultivar todos los que expresen la igualdad y la comunión para la que Dios nos creó.

Al recibir la Comunión sacramental nos comprometemos a valorarnos y vivir la comunión entre hombres y mujeres en la familia, en el barrio, en el trabajo, en la sociedad. Preparémonos para recibirla con la sencillez con que un niño recibe el Reino de Dios.

3 de octubre de 2021

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *