Homilía del 11er domingo ordinario 2012

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Sembrar el Evangelio

Textos: Ez 17, 22-24; 2 Cor 5, 6-10; Mc 4, 26-34.

El texto del Evangelio empalma bien con el tiempo que estamos viviendo. Hoy es el Día del Padre y estamos en el inicio de las siembras. Como bautizados nuestro deber es sembrar el Evangelio: los papás en sus hijos y todos en la comunidad. Hay que hacerlo como los que se dedican a cultivar la tierra: siembran con la esperanza de lograr una buena cosecha. Pero, antes tenemos que ser tierra fecunda que recibe la semilla del Evangelio y la deja producir muchos frutos.

Sembrar el Evangelio

Textos: Ez 17, 22-24; 2 Cor 5, 6-10; Mc 4, 26-34.

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El texto del Evangelio empalma bien con el tiempo que estamos viviendo. Hoy es el Día del Padre y estamos en el inicio de las siembras. Como bautizados nuestro deber es sembrar el Evangelio: los papás en sus hijos y todos en la comunidad. Hay que hacerlo como los que se dedican a cultivar la tierra: siembran con la esperanza de lograr una buena cosecha. Pero, antes tenemos que ser tierra fecunda que recibe la semilla del Evangelio y la deja producir muchos frutos.

Para darnos a entender la dinámica del Reino de Dios e invitarnos a entrar en ella, Jesús narra dos parábolas en las que una semilla es sembrada en la tierra. En una, la semilla crece por sí sola aprovechando la fuerza de la tierra; en otra, la semilla es muy pequeña, la más pequeña de todas, y crece tanto que se hace arbusto de unos tres metros de alto y los pajaritos hacen sus nidos en sus ramas. Pero las dos semillas son sembradas, de otro modo no llegarían a dar fruto.

De la misma manera tiene que ser sembrado el Evangelio en nuestra vida. Al igual que toda semilla, el Evangelio lleva en su interior la vida en potencia y ésta tiene una fuerza imparable. Una vez que es acogida por la tierra húmeda y recibe la fuerza del sol, aparece la vida de la semilla: revienta y comienza a crecer; crece sin parar hasta que la planta produce sus frutos. Sólo que la vida que está en la semilla y el proceso de crecimiento no dependen del sembrador.

Lo que sí depende del sembrador es que la semilla caiga en la tierra. Esa es exactamente la tarea de los papás en relación a sus hijos, esa es la responsabilidad de los bautizados en la comunidad: sembrar la semilla del Evangelio. El Evangelio está lleno de vida, pero para germinar ocupa ser acogido por las personas y recibir el calor de la Iglesia en las colonias, barrios y ranchos. Si cumple esas condiciones, comenzará su crecimiento hasta dar los frutos del Reino.

Para sembrar la semilla, primero hay que tenerla. En el caso de los papás, para poder depositar la semilla del Evangelio en sus hijos, antes deben tenerla en su vida. O sea que cada papá ha de ser tierra buena que reciba continuamente la Palabra de Dios y, con el calor de su relación matrimonial y de la vida en su barrio o rancho, dejar que crezca y dé frutos. Esto les trae una exigencia doble: leer la Biblia en su casa, junto con la esposa, y participar en la comunidad.

La Palabra de Dios no es aparatosa. Es sencilla, casi imperceptible, como la semilla de mostaza. Pero, sembrada en las personas y comunidades crece y crece y crece. Las personas maduran, son tolerantes, perdonan, aman, transmiten paz; procuran agradarle al Señor, como dice san Pablo. Las comunidades dan testimonio de encuentro, hermandad, servicio, solidaridad, acogida a los pobres; también procuran agradar a Dios con su experiencia de vida comunitaria.

Junto con la Palabra llega el Reino de Dios. El fruto de la siembra del Evangelio en el mundo es el estilo de vida en el que Dios reina: justicia, solidaridad, amor, paz. Por eso es necesario estar recibiendo la semilla de la Palabra, personalmente y como comunidad. De aquí la tarea que tienen los papás de sembrar permanentemente el Evangelio en sus hijos y el compromiso de los Agentes de Pastoral de hacer lo mismo en los barrios, colonias y ranchos de su parroquia.

Pidamos a Dios por los papás en su día: que sepan sembrar el Evangelio en sus hijos, sobre todo con su testimonio de vida. Pidamos por los Agentes de Pastoral de nuestras comunidades, especialmente los laicos: que no se cansen de depositar la semillita del Reino en sus barrios, colonias y ranchos. Pidamos por nuestra Diócesis, que cumple cuarenta años de vida: que siga evangelizando. Que todos recibamos el Evangelio como recibiremos hoy el Cuerpo de Cristo.

17 de junio de 2012

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