Sin riesgo de reprobar

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Eliminar el riesgo de reprobación en los alumnos de educación básica ha tenido como consecuencia actitudes mediocres y desinteresadas de los estudiantes. Hasta este momento ninguna norma obligó a los maestros a aprobar a todos los aprendices, la gran mayoría optaba por poner un seis para evitar el calvario administrativo que había que recorrer para justificar un reprobado. “Que la vida te repruebe”.

Esto viene a cuento por la medida que circuló en la opinión pública la semana anterior, en que los alumnos de primero y segundo de primaria, sólo deberán acudir a clases para promoverse al grado inmediato superior.

En el entorno escolar en el que me desenvuelvo, recién los directivos cambiaron la exigencia: reprobar es posible y hay que hacerlo cuando sea necesario, los alumnos se acostumbraron a ser aprobados haciendo, en muchos casos, literalmente nada. Acudiendo al salón a generar distractores y a evitar el aprendizaje de quienes sí querían aprender.

Esa es la experiencia, pero no significa que así deba ser para siempre.

Los planes educativos en México están teóricamente fundamentados en el Constructivismo, y desde hace varios sexenios se ha caminado por eliminar la idea de que el maestro enseña y el alumno recibe el conocimiento. La teoría se ha materializado incluso en la forma de construir aulas, algunos de ustedes recordarán que en los salones viejitos el escritorio del profesor estaba en un pedestal al frente, ya no se construyen así pues en la concepción actual, el docente no está por encima de los alumnos, sino apoyando el proceso de aprendizaje. Se han transformado los materiales didácticos y también la forma de evaluar.

Reafirmar o modificar una postura será siempre un derecho inalienable, sin embargo, para efectos de entender mejor la realidad, es necesario superar la barrera facilona del “bueno” y el “malo”. Que sirva la presente pues para complejizar un poco, que como escribí líneas arriba está destinada a transformar realidades, y transformar en educación, es lo único permanente.

Desde hace un par de modelos educativos hay diferencias conceptuales en lo que a generaciones anteriores nos presentaron como sinónimos. Evaluar, calificar y promover son cosas articuladas pero distintas entre sí. Desde el punto de vista normativo, Promover significa pasar de grado, para lograrlo se requiere alcanzar determinados requisitos. Calificar significa otorgar un nivel de logro en una escala previamente determinada: del 5 al 10 es la más común; o lo que recién se intenta con niveles del I al IV. Evaluar en cambio, es otro rollo.

La evaluación es una de las partes del proceso de aprendizaje más importantes. No ocurre al final del proceso como la promoción o la calificación, sino que debe ser permanente, sistemática. El fruto de la evaluación no es un veredicto convertido en número o en un adjetivo: “excelente tu trabajo, alumna”. El fruto de evaluar es información pertinente, confiable y útil, para que los alumnos, padres de familia y el propio docente tomen decisiones que les permitan mejorar el proceso de aprendizaje.

Uno de los grandes retos de la formación de docentes en postgrado es que resignifiquen su práctica. Sólo con la experiencia, la evaluación significa poner una calificación en donde el profesor tiene el poder de dar o quitar puntos por “participación” o por cumplir actividades absolutamente desvinculadas de los aprendizajes esperados o de rasgos del perfil de egreso. Sin embargo, la norma actual y la que viene, pide al profesor evaluar con el objetivo de documentar los aspectos de los aprendizajes que el alumno desarrolló y aquellos que le faltan por alcanzar o perfeccionar.

Como todo el proceso de aprendizaje la evaluación también es situada. Es decir, de acuerdo al contexto del propio alumno, de quienes lo éticamente correcto es mantener expectativas altas.

La mediocridad que se vive ahora podría ser reemplazada. Son los maestros quienes marcan la altura de la vara. El número de la calificación, su vinculación a la promoción es relevante porque culturalmente así lo determinamos, no por necesidad teórica. Las calificaciones que premian o castigan son elementos conceptuales más propios del conductismo. La evaluación que mejora el desarrollo de aprendizajes significativos es más propia de la fundamentación teórica que ha hecho potencias a las potencias. El reto está en la aplicación y en la valoración.

¿Lo bueno? Por fin un Secretario reconoce que los padres de familia son sujetos obligados de la educación académica de sus hijos y se vincula a la promoción. ¿Lo malo? La transición será dolorosa con riesgo de toparse de frente con la mediocridad.

Carlos Efrén Rangel

Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación por el ITESO. Maestro en Educación Básica por la UPN. Profesor de Español en Secundaria en la SEJ, y en la Secundaria Autlán. Profesor de Postgrado en la UPN 143. Editor de El Puente. Fue periodista durante 15 años.

2 pensamientos sobre “Sin riesgo de reprobar

  1. Es tan importante que el alumno adquiera aprendizaje desde el momento que está en el salón pero también es importante que los padres de familia ayuden y que realmente se mentan en su papel y apoyen a que el alumno realmente lleve esa disciplina que tanto ayudo a nuestros antepasados( o sea nosotros )

  2. Hay algo de razón en no reprobar en primero y segundo. En mis 34 años de trabajo en la escuela primaria comprobé que, ( trabajé unos veinte de ellos con primer grado) si se lleva cabalmente un método, (el que sea) ningún niño se queda sin adquirir lo indispensable, en el peor de los casos, para ser promovido.

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