PABLO VI Y EL VATICANO II

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Juan Manuel Hurtado López

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Para los cristianos pertenecientes a la Iglesia Católica y aún a Iglesias de la Reforma Protestante, el Concilio Vaticano II marcó un hito en la historia del Cristianismo de la segunda mitad del s. XX. Fue también el Concilio Vaticano II un gran esfuerzo de reforma de la Iglesia, de aggiornamento, de puesta al día.

Con el gran Papa Juan XXIII a la cabeza, el Concilio replanteó temas centrales en la vida de la Iglesia como su relación con el mundo actual, la concepción misma de la Iglesia como Pueblo Dios y como Sacramento de salvación, antes que como estructura jerárquica; el tema central de la Revelación, de la Palabra de Dios; la Liturgia adaptada a los pueblos y culturas; el diálogo ecuménico (Aún no entraba a la palestra el diálogo inter-religioso).

Y aunque el tema de la Iglesia de los pobres había sido planteado claramente por Juan XXIII en la convocatoria del Concilio, no llegó a calar en el desarrollo de las reflexiones conciliares. Con todo, se hizo un enorme avance que continúa hasta hoy, 53 años después y que posibilitó Medellín y el surgimiento de la Teología de la Liberación.

Planteo estas reflexiones por el anuncio que hizo Francisco de que el Papa Pablo VI será canonizado ya en breve. Y aquí entramos al tema del otro gran Papa del Concilio. El Papa que convocó las tres sesiones conciliares subsiguientes, dando así continuidad a los trabajos del Concilio y que no quedaran como algo truncado y aprobó los 16 documentos conciliares. Pablo VI, el Papa del diálogo ecuménico con el abrazo en Jerusalén al Patriarca Atenágoras, el Papa del diálogo con Ecclesiam suam, el Papa que inauguró la Conferencia Episcopal de Medellín y fue el primer Papa que pisara tierras americanas.

El Papa de Evangelii Nuntiandi, la bella Exhortación pastoral sobre la evangelización que tantas aplicaciones tuvo en América Latina y en otras latitudes. Evangelii Nuntiandi, Documento pontificio en el que las Comunidades Eclesiales de Base son claramente reconocidas como patrimonio de la Iglesia universal. Pablo VI es el Papa de la Populorum Progressio, sobre el desarrollo de los pueblos, que es el nuevo nombre de la paz, según afirmo ahí; es el Papa de Octogessima Adveniens, documento en el que está la importantísima afirmación de que son los pastores junto con su comunidad local, es cada Iglesia diocesana la que debe hacer el discernimiento y la interpretación de los nuevos problemas y situaciones a la luz de la fe. Pablo VI, el Papa que hizo un discurso oficial en la ONU.

Por lo pronto tendremos a dos Santos en los dos Papas que presidieron el Vaticano II y así serán recordados y venerados. Hay que pensar que si el Vaticano II es el gran acontecimiento eclesial de todo el siglo XX, Pablo VI – junto con Juan XXIII- son los Papas de ese Concilio. En el Cónclave, a la muerte del Papa Bueno Juan XIII, en la mente de sus electores estaba toda la problemática conciliar y de la Iglesia en relación con el mundo. En el cardenal Montini, Arzobispo de Milán, vieron a ese gran hombre que el Concilio y la Iglesia necesitaban. Pablo VI vive en la memoria de muchos obispos que participaron en el Concilio y en la memoria de muchos teólogos.

Es verdad que con Humanae Vitae no le fue nada bien en el mundo académico y en los medios de comunicación social. Pero nadie le puede discutir su esfuerzo de fidelidad a la Iglesia. Pablo VI es un Papa culto, discreto, cercano. Alguna vez le ayudamos una Misa como acólitos en la Vigilia de Resurrección en Roma y al final de la Misa él paso personalmente a saludarnos a cada uno de los estudiantes de teología y a intercambiar un par de palabras.
Yo tengo el recuerdo de Pablo VI como el de un gran Papa y de un Santo. Si ahora la Iglesia lo lleva a los altares, no será otra cosa más que responder a las aspiraciones de millones de católicos en todo el mundo.

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