La formación cristiana de los bautizados es una tarea pendiente

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«Yo sueño con una parroquia donde la comunidad, formada por laicos y laicas, se sientan felices y realizados en su servicio a la Iglesia y a la sociedad». Así se expresó Avelino Flores Martínez, sacerdote, actual Vicario parroquial en la parroquia de san Pedro, Apóstol, en Ciudad Guzmán, cuando se le preguntó cómo sueña la parroquia trabajando a plenitud la Iniciación Cristiana.

Me parece que esto nos da la pauta para comprender el reto tan grande que tienen nuestras parroquias en su servicio evangelizador, porque no se trata solamente de bautizar y confirmar a muchas personas, de que hagan la Primera Comunión la mayor cantidad posible, sino de formarlas convenientemente para que sean buenos cristianos y cristianas que vivan su fe como miembros de la comunidad.

Si vemos bien, y no hay que escarbar mucho, la realidad de los miembros jóvenes y adultos bautizados es otra cosa: muchos cristianos viven como si no lo fueran, la gran mayoría no conoce a Cristo y no han tenido una experiencia de inserción en su comunidad; son muy pocos, poquísimos, los que están prestando un servicio en su comunidad y en la sociedad. Esto nos revela que en las parroquias no se está teniendo un buen itinerario de formación cristiana para los bautizados.

La formación conveniente de buenos cristianos y el estilo de vida que adquieran dependen en gran parte de la Iniciación Cristiana que se ofrezca en las parroquias. La Iniciación Cristiana es un proceso que comienza en el Bautismo y se completa con la Confirmación y la Eucaristía. Con esto estarían puestas las bases de la vida cristiana, «los fundamentos» como expresa el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 1212). Pero es sólo la base sobre la que hay que construir el resto de la vida hasta llegar a la realización cristiana.

La celebración del Bautismo

De la celebración del Bautismo quiero resaltar dos momentos en los que aparece el compromiso de acompañar en su proceso de fe a los niños y niñas que son bautizados: la presentación y el Padrenuestro. Dado que se les administra el sacramento siendo muy pequeños, ya que ellos no pueden todavía asumir por sí mismos la vida cristiana y sus implicaciones, se les bautiza en la fe de la comunidad.

Los papás y padrinos, al presentar a los niños, se comprometen públicamente a educar a su hijo o hija en la fe. La comunidad recibe a cada niño como un miembro suyo. Este paso, que se vive en la puerta del templo, antes de entrar y como condición para el bautismo, expresa dos cosas: primera, que la comunidad ya está haciendo un proceso de fe y va a integrar paulatinamente en ese proceso a los niños y niñas que son bautizados. Segunda, el compromiso que los papás y padrinos asumen, consiste en permanecer unidos siempre a su comunidad en la vida de la fe y que se van a dejar ayudar por ella en la realización de esta tarea. Me parece que no hay conciencia de estos compromisos porque no se reflejan en la vida de nuestras parroquias.

En el otro momento, el del Padre Nuestro, donde se llama a papás y padrinos a colocarse alrededor del altar, se les dice lo siguiente: «Estos niños y niñas, que han renacido por el Bautismo, que ya se llaman y son hijos e hijas de Dios, recibirán la plenitud del Espíritu Santo por la Confirmación. Y, cuando se acerquen al altar del Señor, participarán de la mesa de su sacrificio, es decir, de la Eucaristía y llamarán Padre a Dios, en medio de la asamblea cristiana. Sus papás y padrinos deben acompañarles en cada uno de esos momentos importantes».

Se insiste en el compromiso de papás y padrinos en el acompañamiento para la vivencia completa de los sacramentos de la Iniciación Cristiana. Esto no se reduce a llevarlos después a la Primera Comunión y a la Confirmación «para que tengan sus sacramentos», como ordinariamente se dice, y ya. Se supone un proceso de preparación y de proyección; proceso que hay que ir viviendo día a día, tanto en la familia como en la comunidad. La comunidad primera es el barrio, colonia o rancho; la comunidad más amplia es la parroquia, llamada comunidad de comunidades.

Como los niños son bautizados pequeños y reciben la Eucaristía y la Confirmación en las etapas de la pre-adolescencia y la juventud respectivamente, se pide que durante ese tiempo se les acompañe en su proceso de formación cristiana. Al ser confirmados apenas tendrán los fundamentos para la vida cristiana. Después tienen que fortalecer su vida de fe ya en su juventud, pero con la base que se les ofreció hasta la Confirmación.

El papel de la comunidad

La comunidad, su barrio, colonia o rancho, animada por la parroquia, tiene que seguir acompañando a los jóvenes ya confirmados, puesto que recibieron el Bautismo en la fe de la Iglesia. Y el compromiso para la comunidad es lograr cristianos comprometidos, «felices y realizados en su servicio a la Iglesia y a la sociedad, convencidos por la fe», a decir de las palabras del Padre Avelino. Aquí está un punto de revisión para las comunidades de nuestra diócesis.

¿Qué se tiene que realizar para la formación en la Iniciación Cristiana? El Catecismo de la Iglesia indica algunos elementos esenciales, apoyándose en la práctica de las primeras comunidades: «el anuncio de la Palabra, la acogida del Evangelio que lleva a la conversión, la profesión de fe, el Bautismo, la efusión del Espíritu Santo, el acceso a la comunión eucarística» (n. 1229). Estos elementos no están aislados, sino que van ligados en un proceso continuo y son parte de la fe ordinaria de la comunidad. Son, podemos decir, tareas permanentes de las parroquias.

La vida y el futuro de las parroquias está en sus barrios, colonias y ranchos. Por eso, para que las parroquias estén cumpliendo su tarea en relación a la Iniciación Cristiana, tienen que acompañar a las pequeñas comunidades. Ahí se tiene que garantizar el anuncio de la Palabra, que es fundamental en la evangelización. De ese anuncio han de alimentarse papás y padrinos para poder nutrir luego a sus hijos y ahijados.

En esta acción es fundamental presentar a Jesús como modelo de vida, porque quienes fueron bautizados pequeños, conforme vayan creciendo, se alimentarán sacramentalmente del Señor en la Eucaristía y harán la profesión de fe en Él antes de ser confirmados. Profesar por sí mismos la fe, expresar públicamente que quieren seguir viviendo como miembros de la Iglesia, revela que esos adolescentes y jóvenes se van convenciendo de la persona de Jesús y su misión, de su entrega hasta la cruz y su resurrección.

La razón del convencimiento es porque en el momento de recibir la Primera Comunión, los niños y niñas tienen que ser conscientes de que se unen a Jesús para vivir como Él. Y en la Confirmación expresarán que van a ser testigos suyos el resto de su vida. Ellos tendrán que vivir, como manifiesta el Padre Avelino: «su testimonio manifestado en el servicio de calidad y convincente hacia los demás».
Este testimonio será la consecuencia natural de una buena Iniciación Cristiana recibida de papás, padrinos y comunidad. Pero hay que realizarla adecuadamente.

Como orientación en esta trascendente tarea, en nuestra Diócesis tenemos escritos los Criterios para los sacramentos de la Iniciación Cristiana.

La comunidad eclesial rejuvenecida

Formando adecuadamente a niños, adolescentes y jóvenes en su vida de fe, ofreciéndoles un buen proceso de Iniciación Cristiana, tendremos el fundamento sobre el cual construir nuestro ideal de cristianos maduros en su fe. Este ideal lo señala Flores Martínez cuando comparte su sueño de una parroquia trabajando a plenitud la Iniciación Cristiana: «Yo sueño con una parroquia donde la comunidad eclesial se ve rejuvenecida y reforzada por el dinamismo evangelizador, por medio de la promoción y reconocimiento de los ministerios laicales».

Sabemos que los ministerios laicales son fruto del Espíritu Santo en las comunidades, cuando éstas se dedican a anunciar con entusiasmo el Evangelio y van buscando dar respuesta a sus necesidades. Pero también son fruto de la misma actividad evangelizadora de la comunidad, que va produciendo cristianos maduros, bautizados comprometidos que sirven alegremente en la Iglesia y en la sociedad, laicos y laicas que asumen un servicio en bien de la comunidad.

No se puede llegar a tener este tipo de cristianos sin la base de la Iniciación Cristiana. De ahí la importancia de hacer vida el compromiso expresado en la celebración del Bautismo.

“Yo sueño con una parroquia donde la comunidad eclesial se vea rejuvenecida y reforzada por el dinamismo evangelizador, por medio de la promoción y reconocimiento de los ministerios laicales”

P. Avelino Flores,
Vicario Parroquial de San Pedro, Apóstol.

La parroquia debe estar al servicio de la evangelización. Este es el sentido y razón de su existencia. No está al servicio de sí misma ni para que la sirvan. Su servicio primero es la evangelización de sus miembros, es decir, de aquellas personas que fueron integradas a la Iglesia por medio del Bautismo, con el compromiso de educarlas en la fe. A ellas es a quienes les debe asegurar el anuncio del Evangelio siguiendo el proceso de la Iniciación Cristiana.

Si se asegura una buena Iniciación Cristiana, y cada parroquia tendrá que encontrar los caminos concretos para realizarla, tendremos la base que nos garantice buenos cristianos, convencidos de su fe. Si hay convencimiento en la fe que se profesa, seguramente habrá servidores comprometidos en la comunidad. Si se logra promover y formar laicos y laicas, agentes de evangelización que aseguren el anuncio del Evangelio en los barrios, colonias y ranchos de nuestra Diócesis, se vivirá en la fe de la Iglesia.

Si la parroquia acompaña adecuadamente el proceso de Iniciación Cristiana en sus comunidades, entonces los laicos y laicas se sentirán «felices y realizados en su servicio a la Iglesia y a la sociedad, convencidos por la fe», como sueña el Padre Avelino y también muchos de nosotros.

Publicación en Impreso

Número de Edición: 103
Sección de Impreso: Vida en Nuestras Parroquías
Autor: P. José Lorenzo Guzmán

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