El compromiso de ser pan

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“Escuchar y atender los gritos de Dios y los clamores del pueblo” fue una experiencia comunitaria de reflexión que aterrizó en tres desafíos que buscan colaborar en la respuesta a las cruces del empobrecimiento, la violencia y el deterioro ambiental que cargan las comunidades del sur de Jalisco».

Por: P. Luis Antonio Villalvazo. Párroco de san Isidro Labrador

“Somos los mismos. Aunque cada vez más viejos, seguimos en el camino”, fue el saludo de José Rodríguez a los seglares que esperaban turno en la mesa de las inscripciones.

El miércoles 19 de abril desde las 9 de la mañana, “El Dorado” situado en el camino real entre Sayula y Usmajac, se convirtió en una mesa grande de hermanos en la fe que caminan en sus comunidades con el compromiso de promover la vida digna, la defensa y cuidado de la creación.

Poco a poco, el silencio de este lugar con olor a hierba, se fue rompiendo con los ruidos de los automóviles y el saludo entusiasta de los 350 participantes que llegaron.

Minutos antes de las 10 de la mañana, los responsables de la inscripción invitaron a recoger su carpeta y gafete a quienes llegaron. A medida que las manecillas del reloj avanzaban, crecía el ambiente festivo con sabor a fraternidad.

El sonido del caracol, medio que los pueblos originarios utilizan para invocar y pedir permiso a los vientos y a los dioses, impuso un silencio que preparó el corazón de los representantes de las 56 parroquias de la Diócesis, a poner en manos de Dios los anhelos de esta Asamblea.

En la celebración de apertura, los signos hablaron. La imagen de la Virgen de Guadalupe recordó el consuelo y esperanza que Ella ha dado a nuestro pueblo mexicano en los momentos de dolor y muerte, desde su aparición en el Tepeyac en 1531.

La luz del cirio pascual, presencia de Cristo Resucitado, la cruz y los rostros sufrientes en el sudario, expresaron el llamado a ver, tocar y besar las llagas de Jesús presentes en la pasión de los crucificados, que viven despojados de su derecho a vivir con dignidad.

Las veladoras sembradas al pie del estrado fueron la llama que invitaban a los participantes, a ejemplo de Moisés, a descalzarse para escuchar la voz de Dios desde la zarza ardiente de la realidad que viven sus barrios, colonias y ranchos, y asumir el proyecto de vida y liberación propuesto por Jesús.

Después de la celebración, el P. Salvador Urzúa, en su saludo de bienvenida, enfatizó un motivo que encierra esta Asamblea: “Estamos aquí de nuevo nosotros, que hemos salido para llegar. Venimos a reorganizar la esperanza, llenos de los llantos y de todas las luchas de nuestros pueblos”.

Luego vino el saludo de las seis vicarías pastorales. Las parodias, mensajes y signos expresaron la alegría por vivir esta Asamblea como un momento de gracia y esperanza. Pero también manifestaron la preocupación y necesidad por responder a las realidades que están provocando hambre, miedo y muerte en las comunidades.

Enseguida, el P. Lorenzo Guzmán, con la sencillez y claridad que lo caracterizan, recordó el proceso de preparación y explicó que el objetivo de la Asamblea encerraba tres acciones: “La primera es confrontar la realidad de empobrecimiento, violencia y deterioro de la Casa común con la respuesta que estamos dando en las comunidades. La segunda, es escuchar y atender los gritos del pueblo en los que Dios nos cuestiona. Y la tercera, es descubrir nuevas luces que ayuden a colaborar en la transformación de esta realidad como Iglesia Servidora del Reino”.

Tal como lo marcaba la agenda, nuestro padre obispo Óscar, con voz fuerte y clara, compartió su saludo: “El Señor, que siempre acompaña a su Iglesia, nos ha reunido para que nuestra mente y corazón se iluminen, se enciendan con el fuego de su Espíritu y nos anime a continuar el camino emprendido desde el Primer Sínodo Diocesano”.

Puntualizó: “Ser Iglesia en camino significa que somos una comunidad que peregrina hacia una meta dinamizada por la esperanza, en medio de un mundo desesperanzado. En esta nueva etapa de la historia los desafíos deben convertirse en oportunidades. Debemos estar atentos para no caer en la tentación de detenernos, de cambiar de rumbo, de perder el sentido comunitario. La tarea es abrir nuestro corazón a Dios, para reconocer y escuchar sus gritos”. Los participantes agradecieron su mensaje con un caluroso aplauso.

Ver: confrontar la realidad con la respuesta

Cuando el reloj marcaba el medio día, se dio el banderazo de arranque. Los participantes integrados en 27 mesas de trabajo y organizados en tres equipos, concentraron su atención en una problemática. Unos, en la realidad de empobrecimiento. Otros, en la violencia y los restantes, en el deterioro ambiental.

La cosecha de las opiniones y propuestas fue un trabajo de reflexión comunitaria iniciada con los aportes de cada mesa de trabajo, que luego se ponían en común en los grupos y finalmente se compartían a toda la Asamblea.

El trabajo por la mañana fue recompensado con una sabrosa comida. Aunque las tripas gruñían, la larga fila de espera fue oportunidad para recordar experiencias pasadas y reafirmar lazos de amistad.

A las 4 de la tarde se reinició el trabajo con un panel, donde el doctor José Antonio Gómez Reyna, integrante del Observatorio Ciudadano para la gestión del Agua en Jalisco, los sacerdotes José Toscano y José Sánchez aportaron elementos que ayudaron a dimensionar la escasez y contaminación del agua, la pobreza en nuestro país y la violencia en el sur de Jalisco.

Gómez Reyna acentuó que la escasez y contaminación del agua en nuestra región, sumado al uso indiscriminado de plásticos e insecticidas, abonos químicos y cientos de contaminantes es un problema que nos reta y exige respuestas urgentes: “hoy no tenemos otra alternativa que cuidar nuestra Casa Común. El límite de contaminación ha llegado a poner en peligro nuestra existencia”, concluyó.

Toscano, con base en recientes datos duros, presentó el incremento de la pobreza en México, en los últimos seis años. Afirmó que la pobreza es una realidad, consecuencia de procesos de exclusión social que han generado una brecha de desigualdad entre los pocos que tienen de sobra y los muchos que luchan por sobrevivir.

Por su parte, Sánchez tocó la problemática de la violencia criminal e intrafamiliar en el sur de Jalisco. Afirmó que el lubricante de la violencia criminal es la corrupción, la impunidad de las autoridades, pero también el miedo y la pasividad de los ciudadanos. Subrayó que el avance de la violencia en el interior de las familias es preocupante. Cerró su participación sugiriendo cuatro acciones concretas a promover en las comunidades.

El aporte de los panelistas fue un chubasco que empapó la conciencia de la mayoría de los participantes. “La situación es más crítica de lo que pensaba. Es tiempo de pasar de las reflexiones a las acciones”, dijo en voz baja, una mujer sentada frente al estrado.

Al caer la tarde, como cierre del primer momento de la Asamblea, cada mesa de trabajo eligió los gritos que mayor sufrimiento padecen las comunidades por el empobrecimiento, la violencia y el deterioro de la Casa común. A las 6 de la tarde se hizo la oración final y se emprendió el regreso a casa.

Iluminar: escuchar y atender los gritos de Dios

La frase del canto: “en tus pasos va la esperanza” fue el saludo de bienvenida y la invitación a los participantes a vivir el segundo día de trabajo, con el ánimo de seguir sembrando las semillas del Evangelio en los surcos de sus comunidades.

Ante las oscuridades de la realidad social, que generan impotencia y desaliento, la reflexión de fe fue una luz que encendió la confianza en Dios y animó el compromiso a escuchar y atender sus gritos en los clamores del pueblo.

La reflexión del texto escrito por el P. Francisco Mejía sobre la misión de Moisés y Jesús subrayó que el llamado a ser una Iglesia en salida misionera y samaritana exige no ser sordos a la voz de Dios ni insensibles al dolor de los pobres y a los gemidos de nuestra Madre tierra.

Luego, el P. José Luis García expuso el sueño de ser tejedores y tejedoras del bien común. Subrayó que los hilos para tejer este sueño exigen entender la dimensión social de la fe y poner nuestra mirada en el proyecto de Dios.

Actuar: descubrir nuevas luces

El P. Pepe Sánchez aclaró que el aterrizaje de esta Asamblea es definir los desafíos estratégicos que ayuden a afrontar las tres problemáticas. Luego del discernimiento en las mesas de trabajo y en los equipos, la Asamblea definió los siguientes.

Ante el empobrecimiento: Impulsar una economía solidaria que tiene como partes fundamentales el ahorro y crédito, el consumo y la producción. Frente a la violencia: Formar y promover en las familias y comunidades la construcción de la cultura de la paz, de los derechos humanos y los derechos de los pueblos. Ante el deterioro ambiental: Defender y cuidar el agua y la tierra, derecho fundamental de todo ser viviente.

Con la misión de ponernos en camino hacia el Sur para ser pan compartido, de estar entrelazados en el proceso diocesano y de ser velas encendidas con el fuego de Jesús para buscar luces en el campo social, concluyó la Décima Asamblea Diocesana Postsinodal, que los participantes deben compartir, que todos los agentes de pastoral deben asumir y que los libros de la historia diocesana deben registrar.

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