Homilía para el día de Navidad 2022

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Como Él se hizo imagen del Padre, así nosotros tenemos que ser imagen de Jesús, viviendo como luz, luchando por la vida, siendo mensajeros de la Palabra hecha carne.

Pasar de las tinieblas a la luz

Textos: Is 52, 7-10; Hb 1, 1-6; Jn 1, 1-18

Estamos celebrando hoy el Nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios, acontecimiento para el que nos estuvimos preparando durante el Adviento. Él se hizo hombre y habitó entre nosotros. Asumió nuestra carne mortal en el vientre de la Virgen María, ahí se gestó durante nueve meses, de allí salió a la luz para continuar su vida y realizar su misión entre nosotros, siendo Mensajero, resplandor de Dios, fiel imagen suya, Palabra, Luz, Vida.

Jesús, el recién nacido se convirtió en el Mensajero de Dios, aquel que Isaías anunció corriendo sobre los montes. Él nos transmitió su Palabra de salvación, Él nos habló de su proyecto de vida, Él nos comunicó todo lo que el Padre quería decirnos. Dios nos habló por medio de su Hijo, como expresa el autor de la Carta a los Hebreos. Jesús caminó por pueblos, veredas, montes, por la orilla del lago, entre los pobres y excluidos, anunciando el Reino de Dios. El reinado de Dios fue la Buena Nueva transmitida por Él. Los primeros que la recibieron fueron los pobres, los pastores, quienes inmediatamente fueron a comunicarla a María, a José y a quienes estaban con ellos; después, a lo largo de su vida, siguieron recibiéndola los pobres, los ciegos, cojos, sordos, impuros, pecadores; también todos ellos dieron testimonio de Jesús, se convirtieron en mensajeros suyos, en testigos suyos, en misioneros. Por eso, dio gracias a su Padre porque ellos estaban recibiendo la Buena Nueva. Al igual que Jesús tenemos que ir como mensajeros por nuestros barrios, colonias y ranchos, por las orillas de las ciudades y pueblos, por las vecindades, entre los migrantes indígenas, para comunicar el Evangelio.

Al encarnarse en el vientre de María, puso su casa entre nosotros. Asumió nuestra misma realidad humana, se hizo frágil, pobre, compartió nuestros sufrimientos y dolores, experimentó el hambre, el dolor, la angustia, la alegría. Si no hubiera dado este paso de abajarse, no hubiera podido realizar su misión como Palabra de Dios. Por eso, san Juan lo revela como la Palabra hecha hombre. Nos habló desde dentro de nuestra propia condición humana. Hizo que Dios resplandeciera en su persona y su misión, hecho hombre se convirtió en imagen fiel de Dios. Por eso pudo decir después muchas veces que quien creyera en Él creía en Dios, que lo había enviado; que Él solamente decía lo que le había oído a su Padre y que hacía lo que había visto realizar a su Padre. Aunque decir esto le costó la condena a muerte.

San Juan nos presenta al recién nacido como la Luz que brilla en las tinieblas. Siendo la Luz, en su periodo de gestación experimentó las tinieblas, vivió en la oscuridad del vientre, para luego salir a la luz, para ver la luz, para ser la Luz. De hecho, un sinónimo del parto es dar a luz. La Luz del mundo fue dado a luz por la Virgen María de Nazaret. Él tuvo que pasar de las tinieblas a la luz para mostrarnos el camino de la Vida. También nosotros tenemos que salir de las tinieblas del pecado, el egoísmo, el deseo de tener, el ansia de poder, la violencia, la injusticia, la indiferencia, para pasar a la luz. Y la Luz es Jesús. No quiere que permanezcamos en la oscuridad, sino que lo recibamos y nos convirtamos en luz para los demás. Como Él se hizo imagen del Padre, así nosotros tenemos que ser imagen de Jesús, viviendo como luz, luchando por la vida, siendo mensajeros de la Palabra hecha carne.

Demos gracias a Dios por el don de su Hijo, que se empequeñeció haciéndose carne en el seno de María, pasando por la experiencia de la oscuridad, experimentando nuestra condición humana hasta la muerte. Dispongámonos a recibirlo como Alimento en la Comunión.

25 de diciembre de 2022

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