Homilía para el 3er domingo ordinario 2023

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La mayoría de los bautizados no asume la misión de llevar el Evangelio, anunciar el Reino de Dios y colaborar para que sea una realidad, atender los clamores de los enfermos, los empobrecidos y la Madre Tierra.

Convertirnos para la misión

Textos: Is 8, 23-9, 3; 1 Cor 1, 10-13. 17; Mt 4, 12-23

A través de Isaías, Dios hizo una promesa que cumplió en Jesús, su Hijo: su pueblo, sumido en tinieblas, vio una gran luz. Esta luz es Jesús y nos invita a colaborar con Él, a quien recibiremos en la Comunión sacramental este domingo dedicado a la Palabra de Dios.

La Palabra de Dios es Jesús. Así nos lo presentó san Juan en su evangelio, en el texto que leímos y reflexionamos el día de la Navidad. Dios nos habla en la presencia, las palabras y los hechos de Jesús. En Él nos comunicó todo lo que quería decirnos. Por eso debemos escucharlo, hacerle caso y poner en práctica sus enseñanzas y mandatos. Los cuatro evangelios nos dan testimonio de su misión al servicio del Reino y en ellos podemos acercarnos a su persona, a su predicación, a su servicio, a su entrega. De ahí la importancia de leerlos continuamente, de manera personal, como pareja, como familia y como comunidad.

Hoy san Mateo presenta a Jesús en el inicio de su misión. Al saber del encarcelamiento de Juan por hablar con la verdad, decidió irse a vivir a Cafarnaúm. Preveía que le podía suceder lo mismo, porque andaba en lo mismo que Juan y podía también terminar en la cárcel. Con esta ida a Cafarnaúm, en territorio considerado pagano por los judíos, Jesús comenzó a ser luz para el pueblo sumergido en las tinieblas. El hecho de llevar la Palabra a los considerados paganos, a los alejados, a los excluidos, a los que tenían un yugo opresor sobre sus hombros, era un signo claro de que Dios quiere la salvación para todos los pueblos. Y comenzó por allí.

Si echamos una mirada a nuestra parroquia, podemos decir que al igual que aquella gente que vivía en tinieblas, también estamos en territorio de paganos y Jesús quiere llegar con la Buena Nueva. Aunque gran parte de la población estamos bautizados, la mayoría vive en el paganismo, adorando al dinero, cometiendo injusticias, ciegos a las necesidades de los pobres y sordos a la Palabra de Dios. El hecho de venir a la Misa no nos libra automáticamente de estar sumidos en esta dinámica de vida. Por eso la primera llamada de Jesús es a la conversión.

La conversión que pide es un cambio de vida, cultivado en el corazón. Se trata de un cambio radical –de raíz– para dejar un estilo de vida centrado en sí mismos, en el dinero, los bienes, la búsqueda del poder, y asumir un estilo de vida centrado en Jesús y el Reino, en los demás, especialmente en los pobres, en el compartir, el servicio y la entrega de la vida. Esto de la conversión es un proceso permanente; no es algo de un rato, una emoción o un día. Y es necesario para aceptar la invitación a seguir a Jesús y aprender a dar testimonio de Él.

Jesús nos invita a que colaboremos con Él en el anuncio y construcción del Reino. Su llamada no era solo para aquellos cuatro pescadores, sino que es para todos los bautizados. Esta llamada la recibimos por nuestro nombre el día de nuestro Bautismo. Pedro, Andrés, Santiago y Juan lo siguieron inmediatamente; dejaron todo para irse con Él: su trabajo, sus barcas, sus redes, su familia, su pueblo. ¿Y nosotros? ¿Qué nos está impidiendo seguir a Jesús con disponibilidad, entrega, compromiso? ¿Por qué la mayoría de los bautizados no asume la misión de llevar el Evangelio, anunciar el Reino de Dios y colaborar para que sea una realidad, atender los clamores de los enfermos, los empobrecidos y la Madre Tierra? Necesitamos convertirnos, decidirnos a ser discípulos misioneros evangelizadores, salir a las periferias y ser luz para los demás, como Jesús y junto con Él. Para eso lo recibiremos hoy de manera sacramental en la Comunión. Preparémonos para recibirlo y llevarlo luego a nuestra comunidad.

22 de enero de 2023

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