Homilía para el 2º domingo de Pascua 2023

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Los encuentros con el Resucitado se proyectan en la misión.

Dar testimonio del Resucitado

Textos: Hch 2, 42-47; 1 Pe 1, 3-9; Jn 20, 19-31

Los encuentros con el Resucitado se proyectan en la misión. Acabamos de escuchar varios de esos encuentros de la comunidad con Jesús el mismo día de su Resurrección, el domingo siguiente y los primeros años de la Iglesia. Hoy vivimos uno de esos encuentros con Jesús.

Lo primero que hizo Jesús al llegar a la comunidad fue comunicarles la paz, su paz. Es un don que hay que prolongar en la comunidad y en la sociedad. Dondequiera que estemos somos responsables de comunicarla, con nuestras palabras, gestos y actitudes. Es un desafío para nosotros trabajar en la construcción de la paz en medio de un ambiente cada vez más violento, tanto el que se vive a lo interno de las familias como en la sociedad, marcada por la inequidad económica empobrecedora y llena de grupos del crimen organizado.

Después de saludar a sus discípulos y discípulas, Jesús los envía a la misión y les comunica la fuerza para realizarla: el Espíritu Santo. También Él, antes de iniciar su misión de llevar la Buena Nueva a los pobres, fue ungido por el Espíritu del Señor; descendió sobre Él inmediatamente después de que Juan lo bautizó en el Jordán. Por más que se quiera o se quisiera, los misioneros no pueden realizar la misión con sus propias fuerzas; se necesita la luz y la asistencia del Espíritu. Nosotros lo recibimos el día de nuestro Bautismo para ir a la misión.

Lo primero que les pidió, y nos sigue pidiendo, es la vivencia del perdón. Como comunidad somos ministros del perdón y la reconciliación, como señala san Pablo en una de sus Cartas. No se refiere Jesús al sacramento como lo tenemos hoy, sino al hecho de perdonar. Es uno de los signos del Reino de Dios y, como comunidad, debemos trabajar porque haya reconciliación. Es otro desafío, junto con el de la construcción de la paz. Si no se perdona, se vive con una carga, incluso por años y no se descansa; en cambio, si se perdona, se experimenta la paz.

Después del encuentro con Jesús, la comunidad tiene que convertirse en misionera, tanto con las palabras como con los hechos, con el estilo de vida. Cuando llegó Tomás, que estaba fuera de la comunidad en ese primer encuentro, inmediatamente le platicaron que habían visto al Señor. Si se cree o no a este testimonio, la comunidad tiene la obligación de seguirlo comunicando. Entre nosotros, fácilmente hay desánimo si no hay respuesta al anuncio del Evangelio, a las invitaciones a asumir un servicio a favor del barrio o la parroquia o, incluso, si vienen las habladas o se presentan las dificultades por andar en la misión. Jesús le reprochó a Tomás su cerrazón al testimonio de la comunidad y lo invitó a que le tocara sus heridas para que se convenciera y también se convirtiera en testigo suyo.

Las primeras comunidades cristianas se encontraban continuamente con el Resucitado, como nos testimonia el autor de Hechos de los Apóstoles. Ellos se reunían diariamente para la escucha de la palabra comunicada por los apóstoles, para la oración, la convivencia, la puesta en común de sus bienes con la finalidad de que nadie pasara necesidad. Así realizaban la misión encomendada por Jesús y daban su testimonio comunitario de Él. Los asistía, iluminaba y sostenía el Espíritu Santo que Jesús les comunicó en la tarde de su Resurrección. Su estilo de vida comunitario nos cuestiona, porque en cada barrio y colonia de la parroquia deberíamos vivir de la misma manera que ellos. Su testimonio era atractivo y muchas personas se decidían a ser discípulos de Jesús y a integrarse a la comunidad, lo que no sucede con nosotros hoy. Que este encuentro dominical con el Resucitado se prolongue en la misión.

16 de abril de 2023

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