Homilía para el 27º domingo ordinario 2022

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“Señor, que no seamos sordos a tu voz”, “auméntanos la fe”, “no somos más que siervos”.

Tener, reavivar y manifestar la fe

Textos: Hab 1, 2-3; 2, 2-4; 2 Tim 1, 6-8. 13-14; Lc 17, 5-10

En los textos bíblicos de este domingo, el Señor nos pide que tengamos fe, la reavivemos y la manifestemos con la vida de comunidad. Y, como le dijimos a Dios en el Salmo, no tenemos que ser sordos a su voz; hay que escucharlo. La fe se traduce en estilo de vida, no se limita a decir que creemos en Dios. En la vida ordinaria, cuando se le hace una súplica a Dios por alguna necesidad, se aconseja: “Pídele a Dios con fe y Él te lo concederá”.

Esto es solamente una dimensión de la fe, pero es todo un estilo de vida. Jesús provocó en sus discípulos que le pidieran que les aumentara su fe. Es que les acababa de decir tres cosas fundamentales para que vivieran como comunidad de discípulos suyos: una, que cuidaran de los pequeños, es decir, de los que no cuentan para la sociedad y son desechados, y que evitaran ser motivo de escándalo para ellos; otra, que, ante las ofensas, el ofendido corrija a quien lo ha ofendido; y la otra, que perdonaran a los hermanos arrepentidos, no le hace que fuera siete veces al día. Para vivir esto se ocupa mucha fe, al menos como una semilla de mostaza. La fe no es para ver o hacer milagros, sino para vivir como hermanos. Por eso, al igual que los discípulos, tenemos que pedir al Señor que nos la aumente.

Para ampliar más lo que significa tener fe, Jesús puso el ejemplo del siervo. Éste no está a su propio servicio, sino al servicio de su señor. Tiene unas tareas que realizar, tanto en el campo como en la casa. A él le toca realizar sus tareas sin esperar una recompensa o siquiera un agradecimiento. Jesús vino en esta condición. Varias veces dijo que no había venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate de una multitud. Él tenía clara esta conciencia y lo vivía diariamente. No esperaba agradecimientos ni recompensas, solamente realizaba lo que debía hacer para cumplir la misión que el Padre le había encomendado: anunciar y ser la buena nueva para los pobres, curar, perdonar, devolver la vida.

Entonces, los bautizados y las comunidades de discípulos y discípulas de Jesús debemos ser personas y comunidades de fe, aunque sea muy pequeñita, para arrancar de raíz el mal de nuestra sociedad y sembrar las semillas de cuidado de los pequeños y frágiles, de corrección fraterna, de perdón y de servicio. ¿Qué tan cerca andamos de este estilo de vida, personalmente, como barrio o rancho, como parroquia? Es decir, ¿qué tanta fe tenemos?

Animando a Timoteo, san Pablo le pide reavivar el don que recibió a través de la imposición de las manos para realizar la misión que se le encomendó. Esto mismo es para nosotros: tenemos que estar reavivando, fortaleciendo, el don de la fe que recibimos en el Bautismo, para cumplir la misión de anunciar el Evangelio, de vivir como hermanos, ser verdadera comunidad de discípulos misioneros de Jesús, trabajar en la construcción del Reino de Dios. Por eso, como Asamblea le pedimos hoy domingo al Señor que nos aumente la fe.

Como preparación para recibir sacramentalmente a Jesús en la Comunión y continuar durante la semana unidos a Él en la misión, uniendo tres expresiones de los textos bíblicos de hoy, le podemos expresar a Dios nuestra oración confiada: “Señor, que no seamos sordos a tu voz”, “auméntanos la fe”, “no somos más que siervos”.

2 de octubre de 2022

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