Homilía para el domingo del Bautismo del Señor 2016

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Bautismo para la misión

Bautismo del Señor C 16

Acabamos de escuchar la narración del Bautismo de Jesús que nos ofrece san Lucas, porque en este domingo celebramos en la Iglesia la fiesta del Bautismo del Señor. Reflexionar sobre ese acontecimiento, fundamental para la vida y misión de Jesús, nos puede ayudar a encontrar luces para nuestra vida como miembros de la Iglesia. Así nos preparamos para recibir la Comunión, pues también un día fuimos bautizados y ese día quedamos identificados con Jesús.

Bautismo para la misión

Textos: Is 40, 1-5. 9-11; Ti 2, 11-14; 3, 4-7; Lc 3, 15-16. 21-22.

Bautismo del Señor C 16

Acabamos de escuchar la narración del Bautismo de Jesús que nos ofrece san Lucas, porque en este domingo celebramos en la Iglesia la fiesta del Bautismo del Señor. Reflexionar sobre ese acontecimiento, fundamental para la vida y misión de Jesús, nos puede ayudar a encontrar luces para nuestra vida como miembros de la Iglesia. Así nos preparamos para recibir la Comunión, pues también un día fuimos bautizados y ese día quedamos identificados con Jesús.

Jesús se metió entre la gente que se bautizaba para prepararse a la venida del Mesías. El bautismo que predicaba y administraba Juan Bautista era un signo de conversión. Quien asumía esta dinámica se hacía bautizar por Juan. Jesús no tenía necesidad de recibirlo y, sin embargo, quiso entrar al Jordán como uno más y ser bautizado. Podemos decir que ya estaba iniciando su misión al solidarizarse con su gente y manifestarse plenamente humano y judío.

Juan había anunciado a otro más poderoso que él, uno que iba a cumplir su misión y que bautizaría no con agua sino con el Espíritu Santo. Ése era precisamente Jesús. Sin embargo, el Señor no apareció como alguien poderoso sino de una manera sencilla, como cualquier gente del pueblo; ciertamente cumpliría su misión unido a su Padre Dios y fortalecido con el Espíritu Santo, realidades que fueron confirmadas el mismo día de su bautismo, como escuchamos.

Jesús oraba después de su bautismo. Esta era una manifestación de la confianza que tenía en Dios y de su disposición a cumplir su voluntad; no iba a realizar su misión a capricho propio o como a Él se le antojara sino como su Padre se lo pedía. Así estaba cuando bajó el Espíritu Santo y lo llenó por dentro de su fuerza. Fue la unción que lo acompañaría y sostendría el resto de su vida, hasta la cruz. Por último, fue reconocido por el Padre Dios como su Hijo predilecto.

El Espíritu Santo que descendió sobre Jesús era el don del Padre para que Él realizara su misión. El Espíritu no es para sentirse a gusto, para hacer cosas raras, para sentirse salvado; es para cumplir una misión. En el caso de Jesús su misión consistía en la salvación de la humanidad, como le expresó el Ángel Gabriel a la Virgen María antes de que ella lo concibiera en su vientre. Su misión la iba a realizar, después de vencer las tentaciones, viviendo la misericordia.

San Lucas nos describe a lo largo de todo su Evangelio el modo en que Jesús realizó su misión, conducido por el Espíritu de Dios. Dentro de quince días escucharemos el anuncio de esa misión para la que lo ungió el Espíritu Santo: anunciar la Buena Nueva a los pobres, liberar a los oprimidos, devolver la vista a los ciegos, dejar libres a los cautivos y perdonar los pecados de la humanidad. Para culminar su misión, sería cargado con la cruz y moriría crucificado.

Nosotros recibimos el bautismo no como signo de conversión sino como signo de la salvación que nos ofrece Jesús, como dice el texto de la Carta a Tito. Al ser bautizados, al igual que Jesús, en un ambiente de oración el Espíritu Santo descendió sobre nosotros y fuimos reconocidos como hijos predilectos de Dios. Tenemos la misma misión de Jesús y nos asiste el mismo Espíritu. Hay que preguntarnos si estamos realizando esa misión y si estamos siendo misericordiosos.

Este domingo agradecemos a Dios que nos regaló a su Hijo para salvarnos, que su Espíritu descendió sobre Él y sobre nosotros, que quedó complacido con los signos de misericordia realizados por Jesús. Le pedimos que también nosotros cumplamos nuestra misión, dejándonos conducir por su Espíritu, y que quede complacido con lo que hagamos para ser misericordiosos. Dispongámonos a recibir sacramentalmente a Jesús, quien nos fortalece para la misión.

10 de enero de 2016

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