Homilía para el domingo de la Santísima Trinidad 2020

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Dios es amor
Estamos celebrando este domingo la fiesta de la Santísima Trinidad y los textos de la Palabra de Dios, escogidos para esta celebración, nos ayudan a captar la verdadera imagen de Dios y de Jesús, y a revisar nuestra vida como bautizados.

Dios es amor

Textos: Ex 34, 4-6. 8-9; 2 Cor 13, 11-13; Jn 3, 16-18

Estamos celebrando este domingo la fiesta de la Santísima Trinidad y los textos de la Palabra de Dios, escogidos para esta celebración, nos ayudan a captar la verdadera imagen de Dios y de Jesús, y a revisar nuestra vida como bautizados. Digo que la verdadera imagen de Dios, porque frecuentemente se dice que Dios castiga, sobre todo a quien se porta mal; y a revisarnos, porque fuimos bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y, como participamos de la vida de Dios, tenemos que manifestarla con nuestra manera de vivir personalmente y como comunidad.

En el Evangelio, Jesús describe en poquitas palabras que Dios es amor. Le dijo a Nicodemo que fue tan grande el amor de Dios a la humanidad que le entregó a su único Hijo. Esa es la expresión máxima del amor de Dios. Y lo regaló para la salvación del mundo, no para castigarlo o condenarlo. Ese amor lo ha manifestado desde la creación del mundo y, de un modo especial, en la liberación de su pueblo de la esclavitud. Dios mismo se describió ante Moisés con varias palabras que expresan su amor; le dijo que es compasivo, clemente, paciente, misericordioso y fiel. Para nada se presentó como castigador o vengativo. Por eso lo bendecimos junto con el autor del salmo responsorial y se lo agradeceremos con esta celebración Eucarística dominical.

Ese amor de Dios lo describió, vivió y transmitió Jesús. Dedicó su vida a hablar del Reino de Dios, que consiste en amor, perdón, justicia, misericordia, armonía paz; lo describió con varias parábolas. Nunca dijo que Dios es castigador. Y no sólo habló del Reino, sino que lo manifestó con signos visibles al perdonar, servir, curar, consolar, multiplicar el pan, darse, entregar su vida. Con sus palabras y con sus hechos, Jesús se manifestó compasivo, clemente, paciente, misericordioso y fiel. De esta manera, compartió ese amor y lo enseñó a sus discípulos y discípulas. También por eso bendecimos a Dios con nuestra celebración y enseguida renovaremos nuestra fe en Él.

¿Y nosotros? Desde el Bautismo llevamos la vida de Dios. Él nos aceptó como sus hijos e hijas, quedamos injertados en Jesús y nos hicimos templos de su Espíritu. Por eso debemos parecernos a Dios en nuestra vida. Jesús nos lo dice cuando le aclara a Nicodemo que creer en el Hijo único de Dios es el camino para la salvación. Y creer significa aceptar su persona, sus enseñanzas y su modo de vivir, hacer el esfuerzo por parecernos a Él y vivir en el amor. De ahí que deberíamos vivir con entusiasmo –que significa llevar a Dios por dentro–, siendo compasivos, clementes, pacientes, misericordiosos y fieles como Él. ¿Así somos y así vivimos? ¿O, más bien, hablamos de que Dios o Jesús castigan y que el Santo Niño –que es Jesús– nos va a castigar por lo que hacemos mal? ¿El perdón, la misericordia, la paciencia, el servicio, la armonía, la paz, son características de nuestra persona, de nuestro barrio y de nuestra comunidad parroquial? ¡Quién sabe si con lo que hacemos de manera personal y como comunidad estemos bendiciendo a Dios! Si no, hay que asumir lo que dice Pablo.

Como expresión de la fe en Jesús, San Pablo pidió a los corintios –y nos pide a nosotros hoy– estar alegres, trabajar por mejorar, animarnos mutuamente, vivir en paz y en armonía, es decir en el amor; y dice, además, que este modo de vivir garantiza la permanencia de Dios en nosotros y lleva a que Él sea bendecido, no sólo con las palabras de su pueblo sino con los hechos.

Preparémonos para recibir sacramentalmente a Jesús, primero renovando nuestra fe en la Santísima Trinidad, el Dios que es amor, y en la Iglesia, que tiene el compromiso de ser, como Jesús, manifestación del amor de Dios por la humanidad; y luego invocando su presencia entre nosotros, especialmente en la vida comunitaria, para vivir en el amor expresando que lo llevamos dentro.

7 de junio de 2020

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