Homilía para el domingo de Jesucristo, Rey del Universo 2012

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Rey que sirve

Textos: Dn 7, 13-14; Ap 1, 5-8; Jn 18, 33-37.

Jesús aparece en el interrogatorio a que Pilato lo está sometiendo. El punto de juicio, y de acusación de los Sumos Sacerdotes y los fariseos, era que se proclamaba rey. Jesús no negó su condición real, pero aclaró que su modo de reinar era diferente a los reinados de este mundo. Jesús no era un rey que dominaba, oprimía, que contaba con muchos esclavos o sirvientes, que tenía un palacio, un cetro, un trono y una corona de oro; Él reinó sirviendo a su pueblo.

Rey que sirve

Textos: Dn 7, 13-14; Ap 1, 5-8; Jn 18, 33-37.

Jesús aparece en el interrogatorio a que Pilato lo está sometiendo. El punto de juicio, y de acusación de los Sumos Sacerdotes y los fariseos, era que se proclamaba rey. Jesús no negó su condición real, pero aclaró que su modo de reinar era diferente a los reinados de este mundo. Jesús no era un rey que dominaba, oprimía, que contaba con muchos esclavos o sirvientes, que tenía un palacio, un cetro, un trono y una corona de oro; Él reinó sirviendo a su pueblo.

Ciertamente Jesús nunca se presentó como rey, nunca se postuló ni hizo campaña para ser elegido gobernante. Al contrario, la vez que tuvo oportunidad de ser proclamado rey, después de la multiplicación de los panes, huyó al monte. Para reconocerlo y confesarlo rey, primero hay que descubrirlo. A Pilato le extrañaba que el que estaba frente a él, sucio, amarrado, acusado y ya condenado a muerte, fuera un rey. No tenía la pinta de rey. Era un judío como los demás.

Jesús reina de manera diferente a como “reinan” los reyes de este mundo. Él ama, sirve a los pobres, da la vida por todos, se convierte en alimento para los suyos, hace que todos sus discípulos tengamos la misma condición. Lo expresa el Apocalipsis, que lo llama el testigo fiel, el primogénito de los muertos, el soberano de los reyes de la tierra; aquel que nos amó y nos purificó de nuestros pecados con su sangre y ha hecho de nosotros un reino de sacerdotes (1, 5-6).

Jesús reinó con la verdad, el amor, la solidaridad, la compasión. Pilato reinaba con la mentira, el abuso, la prepotencia, la inmisericordia, como sucede frecuentemente con nuestros gobernantes. Demostró su manera perversa de gobernar cuando, a pesar de no encontrar culpa en Jesús, lo mandó azotar, dejó que los soldados lo coronaran de espinas y se burlaran de él, y lo entregó a los judíos para que lo crucificaran. Actuó así porque no era de la verdad.

Quien no es de la verdad no escucha la voz de Jesús, sino que se escucha a sí mismo o se deja conducir por los intereses de grupos o partidos políticos. En nuestros días sucede lo mismo. Es muy difícil encontrar gobernantes que dedican su vida a servir al pueblo. La mayoría llegó al poder con trampas, comprando los votos, manipulando las votaciones, haciendo campaña en contra de los demás contendientes, utilizando los medios masivos de comunicación.

En las familias y en la sociedad no se educa a las personas para amar, servir, ver por el bien de los demás, dar la vida; generalmente se induce a aprovecharse de los demás, a sacar ventaja, a pasar por encima de otros, con tal de tener puestos o de obtener el poder. Así se vive en las familias y en los espacios de trabajo, incluso entre personas bautizadas. Eso está muy distante de lo que Jesús nos enseña. A Él se le da el honor y la gloria por haberse hecho servidor.

Jesús nos enseña a ser reyes. Por el Bautismo participamos de esta condición; Él nos hizo un reino de sacerdotes. Los verdaderos reyes sirven, ven por el bien de los demás, no buscan sacar ganancias, dan la vida por los suyos. Así actuó precisamente Jesús. Por eso es el soberano de los reyes de la tierra, como confiesa el autor del Apocalipsis. Si es soberano es porque resucitó, si resucitó es porque murió, si murió fue porque dio fiel testimonio de servicio, amor, entrega.

Como buen Rey, Jesús se nos da hoy hecho alimento. Se hace Pan y Vino para que lo comamos y tengamos vida. Se sigue entregando para nuestro bien, continúa amándonos y purificándonos con su sangre. Él espera que hagamos lo mismo en nuestras familias y comunidad. Al comulgar nos comprometemos a ser reyes servidores, a caminar en la verdad, a buscar el bien común para todos. Dispongámonos a vivir el encuentro sacramental con Jesús en la Comunión.

25 de noviembre de 2012

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