Homilía para el domingo de Cristo, Rey del universo 2019

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Un rey crucificado como malandrín
Con la celebración de este domingo, dedicado a Cristo como Rey del universo, terminamos el año, de acuerdo al calendario litúrgico que tenemos en la Iglesia. Dentro de ocho días ya estaremos iniciando un nuevo año con el Adviento, tiempo de preparación para la celebración del Nacimiento de Jesús. Iniciamos con el tiempo de la espera, luego sigue el Nacimiento, después su ministerio, su muerte y Resurrección, hasta llegar a su proclamación como Rey del Cielo y de la Tierra.

Un rey crucificado como malandrín

Textos: 2 Sam 5, 1-3; Col 1, 12-20; Lc 23, 35-43

Con la celebración de este domingo, dedicado a Cristo como Rey del universo, terminamos el año, de acuerdo al calendario litúrgico que tenemos en la Iglesia. Dentro de ocho días ya estaremos iniciando un nuevo año con el Adviento, tiempo de preparación para la celebración del Nacimiento de Jesús. Iniciamos con el tiempo de la espera, luego sigue el Nacimiento, después su ministerio, su muerte y Resurrección, hasta llegar a su proclamación como Rey del Cielo y de la Tierra.

Jesús fue Rey, pero no al estilo de los reyes o gobernantes de este mundo. Ellos viven distantes de su gente, es casi imposible acercárseles y tratar con ellos, tienen muchas riquezas, tienen soldados y sirvientes, cargan guardaespaldas, tienen todos sus gastos pagados, son autoritarios, hacen sentir su poder sobre la gente. Jesús no fue así. Él ejerció su reinado pastoreando, así como se dice de David en la primera lectura. El pastor vive con su rebaño, van y vienen juntos, ve por sus ovejas, las trata bien a todas, no se aprovecha de ellas, las defiende, da la vida por ellas.

San Pablo señala varias características que describen a Jesús como Rey. Dice que es la imagen de Dios invisible, el primogénito de toda la creación, es la cabeza del cuerpo, que es la Iglesia, es el primero en todo. Pero esto tuvo un costo: el derramamiento de su sangre y la entrega de su vida en la cruz. Lo aclara Pablo al decir que por su sangre recibimos el perdón de nuestros pecados y que Dios reconcilió todas las cosas del cielo y de la tierra por medio de la sangre derramada de su Hijo. Es el pastor, el Rey-Pastor que da la vida por sus ovejas.

En el Evangelio, Jesús aparece dando vida. Estaba en la cruz como un malhechor de los peores, como si se hubiera dedicado a hacer daño, a agredir, a robar, a matar. Pero ahí, en la cruz estaba ejerciendo su reinado; la cruz fue su trono. En medio de las burlas de las autoridades religiosas, de los soldados y de uno de los que estaban crucificados con Él, Jesús dio el perdón a otro de sus compañeros de suplicio. Los que se burlaban, le decían que se salvara si era el Mesías y que se bajara de la cruz, mientras que el que reconoció que estaba en la cruz como consecuencia de sus hechos –era ladrón–, le pidió que se acordara de él cuando estuviera en su Reino. Le prometió que estaría con Él en el paraíso ese mismo día. Estaba para morir y seguía ofreciendo la vida de Dios.

Jesús vivió su reinado sirviendo, dando vida, perdonando, enseñando a compartir el pan, haciendo comunidad, tendiendo la mano. Ninguna razón había para que estuviera en la cruz como un malandrín… ¡y de los peores! Y nosotros, por el Bautismo, participamos de esa misma condición. Fuimos ungidos reyes para servir, para dar vida, para compartir, para vivir en comunidad, para tender la mano, para ver por los demás, especialmente por los pobres. Con la Eucaristía de este domingo, damos gracias a Dios por el reinado de su Hijo y porque nos llamó a participar de él, pero también renovamos nuestro compromiso de vivir sirviendo como Jesús, de trabajar a favor de la vida, de hacer vida de comunidad.

La Comunión sacramental nos compromete a vivir como Jesús, a ser reyes-servidores, a luchar porque todos y todas tengamos una vida digna, no sólo las personas sino también la creación. Nuestra tarea es prolongar la salvación que Jesús nos trajo con su sangre derramada en la cruz. Pidamos a Dios que seamos una comunidad servidora en la que se haga visible la vida en abundancia que Jesús nos dio y la reconciliación de toda la creación con Dios. Dispongámonos a recibir el Cuerpo y la Sangre de Jesús, el Rey-Pastor que entregó su vida crucificado como malandrín.

24 de noviembre de 2019

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