Homilía para el 5º domingo de Cuaresma 2015

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Ver a Jesús

Cuaresma5 B 15

Acabamos de escuchar los textos bíblicos que nos preparan para vivir el encuentro sacramental con Jesús en este domingo de Cuaresma. En el Evangelio, Jesús aparece en Jerusalén junto con sus discípulos para celebrar la fiesta más grande de los judíos: la Pascua. Allí, unos griegos le dijeron a Felipe, uno de los Doce apóstoles, que querían ver a Jesús. Esto de ver a Jesús, en el Evangelio de san Juan es algo especial, porque no se trata de verlo físicamente con los ojos.

Ver a Jesús

Textos: Jr 31, 31-34; Hb 5, 7-9; Jn 12, 20-33.

Cuaresma5 B 15

Acabamos de escuchar los textos bíblicos que nos preparan para vivir el encuentro sacramental con Jesús en este domingo de Cuaresma. En el Evangelio, Jesús aparece en Jerusalén junto con sus discípulos para celebrar la fiesta más grande de los judíos: la Pascua. Allí, unos griegos le dijeron a Felipe, uno de los Doce apóstoles, que querían ver a Jesús. Esto de ver a Jesús, en el Evangelio de san Juan es algo especial, porque no se trata de verlo físicamente con los ojos.

Nosotros estamos inmersos en la cultura del ver, pero sin asumir compromisos. Vemos lo que pasa, vemos la televisión, el Internet, fotografías, videos. En el caso de Jesús, vemos imágenes suyas, crucifijos –como este que está colocado en lo alto del templo–, videos que circulan en la red incluso con oraciones y expresamos que nos gusta; vemos películas sobre Él, especialmente en el tiempo de la Semana Santa que se acerca. Pero, ¿a qué nos comprometemos con esto?

San Juan nos ayuda a caer en la cuenta de que ver a Jesús es mucho más que eso. Verlo equivale a conocerlo en profundidad: entrar en su persona, su vida, misión, proyecto y destino, aceptarlo sin condiciones, es decir, creer, y vivir de acuerdo a lo que Él vivió, asumiendo las consecuencias que esto trae. Esto quiso manifestar el mismo Jesús con la respuesta que dio a Felipe y Andrés, cuando le comunicaron que aquellos griegos estaban deseosos de verlo.

Jesús planteó bien claras las cosas para que ellos se la pensaran bien si de veras querían verlo y hoy nos vuelve a lo que deberíamos estar viviendo nosotros como discípulos suyos. Su explicación manifiesta que si alguien quiere conocerlo, debe aborrecerse a sí mismo, vivir el servicio, obedecer al Padre, entregar la vida, acabar levantado en la cruz. No se trata, pues, de verlo con los ojos sino de conocerlo y asumir su mismo camino, que pasó por la hora de la Cruz.

Con su muerte, Jesús llevó a cabo la promesa de Dios que escuchamos en el texto de Jeremías. Dios prometió hacer una alianza nueva con su pueblo. La finalidad de esta alianza era que todos los miembros de su pueblo llegaran a conocerlo. Ver a Jesús y conocer a Dios es lo mismo, porque Jesús anunció que al ser levantado de la tierra, atraería a todos hacia Él; y el perdón de los pecados de parte de Dios fue gracias a la muerte de Jesús en la Cruz.

¿Qué nos toca hacer a nosotros, que vinimos a encontrarnos sacramentalmente con Jesús? No basta con escuchar el Evangelio, ni con elevar nuestras oraciones y profesar nuestra fe en Él, ni con verlo y saborearlo en la Comunión sacramental. Se necesita hacer el mismo camino y estilo de vida de Él, es decir, aborrecernos en este mundo, vivir el servicio, entregar la vida. O sea, aprender a obedecer a Dios padeciendo, como dice de Jesús la Carta a los Hebreos.

Jesús espera que aprendamos a verlo no superficialmente, como estamos acostumbrados en nuestros días, sino en profundidad, hasta lo más íntimo de su persona y proyecto. Quiere que lo conozcamos totalmente y nos comprometamos a servirlo sirviendo a los pobres. Nos plantea la renuncia a nosotros mismos, incluso a la propia vida, para entregarnos por los demás. Nos desafía a ir hacia Él para experimentar su hora de la Cruz, donde fue glorificado por su Padre.

Nos vamos a encontrar con Jesús en la Comunión. Él se deja ver y nos alimenta sacramentalmente con su Cuerpo y Sangre. Al mismo tiempo que nos invita a conocerlo hasta lo más profundo, se mete hasta lo más íntimo de nuestra persona, para que lo sigamos en su camino hacia la Cruz. Preparémonos para recibirlo y seguirlo viendo, es decir, para seguir conociéndolo y creyendo en Él, para ayudar a que nuestros familiares, vecinos y compañeros de trabajo, lo vean.

22 de marzo de 2015

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