Homilía para el 5º domingo de Cuaresma 2014

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Trabajar por la vida

Textos: Ez 37, 12-14; Rm 8, 8-11; Jn 11, 1-45.

Cuar5 A 14

Acabamos de escuchar el texto conocido como la resurrección de Lázaro, el cual nos ayuda a volver al origen de nuestra condición cristiana: el Bautismo. Por el Bautismo pasamos de la muerte a la vida, fuimos sumergidos en el agua para salir de ella con la vida nueva de Cristo Resucitado. El signo exterior de esta vida nueva es la vestidura blanca que se impone a los recién bautizados. El Bautismo nos compromete a luchar contra la muerte y a trabajar por la vida.

Trabajar por la vida

Textos: Ez 37, 12-14; Rm 8, 8-11; Jn 11, 1-45.

Cuar5 A 14

Acabamos de escuchar el texto conocido como la resurrección de Lázaro, el cual nos ayuda a volver al origen de nuestra condición cristiana: el Bautismo. Por el Bautismo pasamos de la muerte a la vida, fuimos sumergidos en el agua para salir de ella con la vida nueva de Cristo Resucitado. El signo exterior de esta vida nueva es la vestidura blanca que se impone a los recién bautizados. El Bautismo nos compromete a luchar contra la muerte y a trabajar por la vida.

A Jesús le avisaron que su amigo Lázaro estaba enfermo. Seguramente esperaban que fuera a curarlo e, incluso, a evitar que muriera. Él hizo un comentario que destanteó a sus discípulos, pues siempre acudía a atender a los enfermos. Dijo que esa enfermedad no acabaría con la muerte sino que sería para glorificar a Dios. Y no fue sino que se quedó allí dos días más. Era extraño que no fuera, como era su costumbre, y más porque se trataba de su amigo.

Y sucedió lo que no querían que pasara: Lázaro se murió, lo velaron y sepultaron. Y Jesús no llegaba. Cuando supo de la muerte, Él presentó la situación como si se tratara del sueño ordinario. Como que no le apuraba tanto el asunto. En la práctica, a muchos de nosotros nos pasa lo mismo: sabemos de los enfermos, de familias que sufren, de jóvenes que se drogan, de ancianos solos… y no acudimos a atenderlos. Pero nosotros no vamos porque nos da flojera.

En cambio, Jesús dijo que era para que Dios fuera glorificado. Mientras tanto, a sus discípulos les hablaba del día y de la luz, del sueño y de la despertada, de la muerte y de creer. Al llegar a Betania, cuatro días después de la sepultura de su amigo, se encontró con Marta y María. Ellas le reprocharon que si hubiera llegado a tiempo, Lázaro no habría muerto. A Marta le reveló algo que es central para nosotros, los miembros de la Iglesia: la resurrección.

Le dijo que su hermano resucitaría; pero –y esto es lo más importante–, le dijo que Él mismo es la Resurrección y la Vida y la invitó a creer en Él. Esto cambió la situación de Marta y de sus discípulos. Esto es lo que sintetiza la vida y misión de Jesús. Esto es lo que debe orientar nuestra propia vida y la misión de la Iglesia. Jesús vino para dar vida. Nosotros debemos creer en Él, como Marta. Esto es mucho más que decir con nuestras palabras que creemos en Él.

Jesús le habló a Lázaro, sumido en el sueño de la muerte. Lo despertó para que volviera nuevamente a la vida. Para Jesús la muerte no es la que triunfa; la muerte es vencida por Él. Lo manifestó cuando Lázaro salió vivo del sepulcro. Así saldría el mismo Jesús, un domingo como hoy, tres días después de su sepultura. Con esto apareció claro que Jesús realmente es la Resurrección y la Vida. Con la resurrección de Lázaro y la de Jesús, Dios es glorificado.

Nosotros, que enseguida vamos a confesar que creemos en Jesús, tenemos también el compromiso de trabajar a favor de la vida, como Él. No somos para la muerte ni para permitir que los signos de muerte crezcan entre nosotros. Ante la violencia, la pobreza, las desesperanzas, las consecuencias de las reformas estructurales, tenemos la tarea de manifestar la vida con signos: la atención a los enfermos, la solidaridad, la búsqueda de la vida digna para todos.

Jesús viene a nuestro encuentro sacramentalmente en este domingo. Se hace alimento para nosotros en el Pan y el Vino. Abramos nuestro corazón, como Marta y María, para recibirlo. Expresemos nuestra fe en que Él es la Resurrección y la Vida. Renovemos el compromiso asumido en el Bautismo de trabajar a favor de la vida. Oremos al Señor para que las situaciones y signos de muerte se vayan eliminando de nuestro mundo. Dispongámonos a celebrar la Eucaristía.

6 de abril de 2014

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