Homilía para el 4º domingo de Cuaresma 2014

0

En el mundo de la luz

Textos: 1 Sam 16, 1. 6-7. 10-13; Ef 5, 8-14; Jn 9, 1-41.

Cuar4 A 14

Acabamos de escuchar en el texto del Evangelio el testimonio de fe de un ciego de nacimiento. Éste nos ayuda a volver al origen de nuestra condición cristiana: el Bautismo. Allí entramos en el mundo de los iluminados, como se les llamaba a los cristianos en los primeros siglos de la Iglesia. Quien creía en Jesús y recibía el Bautismo, se agregaba a la comunidad de los que caminaban en el mundo de la Luz. Por eso en el Bautismo se nos entregó una vela encendida.

En el mundo de la luz

Textos: 1 Sam 16, 1. 6-7. 10-13; Ef 5, 8-14; Jn 9, 1-41.

Cuar4 A 14

Acabamos de escuchar en el texto del Evangelio el testimonio de fe de un ciego de nacimiento. Éste nos ayuda a volver al origen de nuestra condición cristiana: el Bautismo. Allí entramos en el mundo de los iluminados, como se les llamaba a los cristianos en los primeros siglos de la Iglesia. Quien creía en Jesús y recibía el Bautismo, se agregaba a la comunidad de los que caminaban en el mundo de la Luz. Por eso en el Bautismo se nos entregó una vela encendida.

La vela encendida significa lo que dice san Pablo en la Carta a los Efesios: que, al unirse a Jesús por la fe y el Bautismo, se pasa de las tinieblas a la luz. En el encuentro con Jesús, el ciego pasó de las tinieblas a la luz. Esto es mucho más que el paso de no ver a ya ver; es el proceso que va desde no conocer a Jesús hasta dar testimonio de Él. La consecuencia necesaria de creer en Jesús es vivir como hijos de la luz, según las palabras de san Pablo.

El ciego vivía en la oscuridad. Nunca había visto, no sabía lo que eran los colores, los paisajes, las personas… Sólo escuchaba y tocaba. Mucho de lo que sabía, lo conoció escuchando y tocando. Vivía también en la oscuridad de vida que llevan quienes son rechazados y excluidos por la sociedad. Vivía de la limosna que le daban los demás, como muchos ancianos y enfermos que dependen de la ayuda de otras personas. Podemos decir que es una vida en tinieblas.

Pero se encontró con Jesús. Esto cambió su vida. Lo escuchó, le creyó, le hizo caso. Fue y se lavó los ojos, llenos del lodo que Jesús hizo con su saliva, y comenzó a ver. A partir de este encuentro con Jesús, que se había presentado como la Luz del mundo, el que era ciego entró en el mundo de la Luz. No sólo la luz producida por el sol, que es la que nos hace ver todo lo que está a nuestro alrededor –en esa ya estaba aunque no veía–, sino la Luz que es Jesús.

El que nació ciego comenzó a vivir como hijo de la luz, pues empezó a dar testimonio de Jesús, a diferencia de los fariseos que, aunque veían, vivían como hijos de las tinieblas. Primero habló del hombre que se llamaba Jesús, luego lo reconoció como un profeta, enseguida como alguien que venía de Dios, después como su Maestro pues dijo que era discípulo suyo y, finalmente, confesando su fe en Él. Para entonces ya había sido expulsado de la sinagoga.

¡Qué diferencia en relación a los fariseos! Ellos se empeñaban en rechazar a Jesús y sus hechos a favor de los demás. Decían que era un profanador de la ley, alguien no venido de Dios, un pecador. De frente a Jesús, ellos vivían en el mundo de las tinieblas y se empeñaron en mantenerse allí. Para ellos, Jesús no fue Luz, no les iluminó su vida, no los entusiasmó; mucho menos los transformó. Por eso, Él mismo terminó diciéndoles que se mantenían en el pecado.

Esa persona nos enseña el camino en nuestra vida de bautizados. No basta con haber recibido el Bautismo y ya; es necesario dar testimonio de Jesús, vivir como hijos de la luz. San Pablo aclara que hay que vivir en la bondad, la santidad, la verdad, buscando lo que es agradable a Dios, no participando en las obras de las tinieblas: injusticias, tranzas, pleitos, abusos, venganzas, droga, etc. La razón de esto es que por el Bautismo entramos en el mundo de la Luz.

Hoy nos encontramos nuevamente con Jesús, la Luz del mundo, primero en el Evangelio y luego en la Comunión. Nos unimos a Él para caminar con Él, dejándonos iluminar por su Luz. Hagámonos como el ciego de nacimiento que comenzó encontrándose con Jesús y terminó dando testimonio de Él, hasta ser expulsado de la sinagoga. Fortalezcamos nuestra fe en Jesús, de modo que no sólo digamos que creemos en Él, sino que lo manifestemos con nuestros hechos.

30 de marzo de 2014

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *