Homilía para el 3er domingo ordinario 2019

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Llevar la Buena Nueva a los pobres
La Escritura ha sido central en la vida del Pueblo de Dios. Los tres textos que acabamos de escuchar, y que nos preparan para recibir a Jesús en la Comunión este domingo, nos dan luz en relación a lo que debe ser nuestra actitud y nuestra respuesta a la Palabra del Señor. Cuando se proclama, generalmente se escucha con mucha atención y respeto, aunque no siempre se comprenda su mensaje a la primera. El pueblo estaba atento a Esdras cuando leía el libro de la ley; los asistentes a la sinagoga de Nazaret tenían los ojos fijos en Jesús mientras leía un texto de Isaías.

Llevar la Buena Nueva a los pobres

Textos: Neh 8, 2-4. 5-6. 8-10; 1 Cor 12, 12-30; Lc 1, 1-4; 4, 14-21

La Escritura ha sido central en la vida del Pueblo de Dios. Los tres textos que acabamos de escuchar, y que nos preparan para recibir a Jesús en la Comunión este domingo, nos dan luz en relación a lo que debe ser nuestra actitud y nuestra respuesta a la Palabra del Señor. Cuando se proclama, generalmente se escucha con mucha atención y respeto, aunque no siempre se comprenda su mensaje a la primera. El pueblo estaba atento a Esdras cuando leía el libro de la ley; los asistentes a la sinagoga de Nazaret tenían los ojos fijos en Jesús mientras leía un texto de Isaías.

En nuestra comunidad parroquial, aunque la Palabra de Dios se proclama en las celebraciones de la Eucaristía y de otros sacramentos, se ha perdido el interés por ella. En las familias casi no se lee, en los barrios son muy pocas las personas que se reúnen como comunidad para leerla y reflexionarla, se siente el rechazo y el enfado de mucha gente cuando se invita a leerla y comentarla en otros momentos de la vida comunitaria, como en las visitas de alguna imagen, en los novenarios, en las reuniones de preparación a algún sacramento; cuando mucho se soporta. Y esto es triste en nuestra vida de Iglesia. Ciertamente las personas enfermas la reciben con mucho gusto y apertura.

Jesús llegó a su pueblo y, como buen judío, sabía ir a la sinagoga los sábados. Esa vez le tocó proclamar y explicar la Palabra. El texto que leyó, del profeta Isaías, le sirvió para anunciar su misión. Esa misión es la misma que recibimos nosotros al momento de ser bautizados y ungidos con el Santo Crisma. El centro de la misión son los pobres. A ellos va destinada la Buena Nueva. Jesús fue ungido por el Espíritu del Señor para llevar y ser buena nueva para la pobrería, para los excluidos por la sociedad, para los rechazados por las autoridades religiosas y políticas. Entre ellos estaban los enfermos, los oprimidos, los encarcelados, los pecadores.

Para realizar la misión que tenía, Jesús fue ungido por el Espíritu Santo. Quedó lleno de su fuerza cuando salió del agua del Jordán, recién bautizado por Juan. Y a partir de allí caminó dejándose guiar por Él. El Espíritu lo había llevado al desierto y lo iba impulsando al ir de pueblo en pueblo, de sinagoga en sinagoga, de enfermo en enfermo. Jesús se dejó conducir por el Espíritu del Señor toda su vida hasta la cruz. En Nazaret, al decir que ese día se cumplía el pasaje de la Escritura que había leído, reconoció que ese Espíritu lo había ungido para llevar la Buena Nueva a los pobres. Y así fue, su misión la realizó sirviéndolos, curando, expulsando demonios, perdonando pecados, dando su propia vida. Lo dijo y lo hizo. No sólo anunció la Buena Nueva a los pobres con su palabra, sino que se hizo Buena Nueva para ellos. Así deberíamos ser nosotros, sus discípulos.

En el Bautismo descendió sobre nosotros el Espíritu Santo. Fuimos ungidos y consagrados para llevar la Buena Nueva a los pobres, curar, liberar y perdonar, al igual que Jesús. Nada más que casi nadie realiza su compromiso personal de bautizado; mucho menos lo realizamos de manera comunitaria como barrios y como parroquia. Oímos la Palabra, decimos que la aceptamos, pero ya no la llevamos a la práctica. Los que escucharon las palabras de la ley proclamadas por Esdras, fueron a compartir algo con los pobres; Jesús, después de presentar su misión, se fue a realizarla. Hoy, alimentados por la Eucaristía, tenemos la oportunidad de reasumir nuestra misión.

Respondiendo a la Palabra que se ha proclamado, pongamos en el centro de nuestra vida a los pobres. Démosles el honor que se merecen como miembros frágiles de nuestra comunidad. Llevémosles la Buena Nueva de liberación que nos dejó Jesús. Convirtámonos en buena nueva para ellos.

27 de enero de 2019

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