Homilía para el 2º domingo de Cuaresma 2016

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Transfigurar nuestro mundo

Cuar2 C 16

Acabamos de tener la visita del Papa Francisco a nuestro País. Tuvimos la oportunidad de seguir sus recorridos, gestos, palabras, reacciones, durante los días que estuvo entre nosotros. Hemos visto una y otra vez videos de lo que dijo e hizo, se han realizado muchos programas de discusión sobre sus mensajes, sus actitudes, sus posiciones. Nos emocionamos al verlo llegar, pasar, saludar, abrazar enfermos y presos, despedirse. Puede ser que nos pase lo mismo que a Pedro.

Transfigurar nuestro mundo

Textos: Gn 15, 5-12. 17-18; Flp 3, 17-4, 1; Lc 9, 28-36.

Cuar2 C 16

Acabamos de tener la visita del Papa Francisco a nuestro País. Tuvimos la oportunidad de seguir sus recorridos, gestos, palabras, reacciones, durante los días que estuvo entre nosotros. Hemos visto una y otra vez videos de lo que dijo e hizo, se han realizado muchos programas de discusión sobre sus mensajes, sus actitudes, sus posiciones. Nos emocionamos al verlo llegar, pasar, saludar, abrazar enfermos y presos, despedirse. Puede ser que nos pase lo mismo que a Pedro.

Pedro se emocionó con Jesús transfigurado y con la visita de Elías y Moisés. Quería quedarse allí en el monte a vivir permanentemente; hasta quería construirles unas chozas. Estaba medio dormido y no sabía lo que decía. El asunto estaba pesado: Jesús, Moisés y Elías estaban platicando de lo que le esperaba a Jesús en Jerusalén, o sea, su pasión, muerte y resurrección, algo nada agradable ni para Jesús ni para sus discípulos. De eso no quería Pedro que se hablara.

Por si no quería saber de compromiso, de entrega de la vida, de ir a la experiencia de la cruz, se oyó la voz del Padre, que les pidió escuchar a su Hijo. ¿Qué les quedaba a Pedro y a los demás sino seguir a Jesús por donde Él caminara? Ya les había anunciado, ocho días antes, su pasión, muerte y resurrección. Y Jesús no se iba a hacer para atrás. A ellos les tocaba ir con Él. Estaban entusiasmados con su gloria, pero rechazaban el camino para alcanzarla: la cruz.

Esto es exactamente lo que nos puede pasar con Francisco. Es decir, que nos quedemos entusiasmados con su visita, pero que no hagamos caso de sus palabras. Él no se ha hecho el centro ni el personaje importante; no es al Papa a quien tenemos que seguir. El centro es Jesús y Francisco está a su servicio, haciendo el esfuerzo de vivir el seguimiento como bautizado. Él nos invita a encontrarnos con Jesús, a seguirlo y ser misericordiosos como Él, a ser sus testigos.

En esto consiste escuchar hoy a Jesús, pues esa petición del Padre a los discípulos de su Hijo se mantiene para nosotros. Esto es lo que nos cuesta trabajo. Es más fácil una vida cristiana sin compromisos, viviendo sólo el sentimiento de orar, participar en Misa, cantar, comulgar, y ya, que una vida cristiana en la que se busque responder a las necesidades sentidas, en la que se sirva a los demás, sobre todo a los enfermos y pobres; en la que se haga vida en comunidad.

Así como a Jesús, al bajar del monte lo esperaban enfermos, pecadores, excluidos, para que les hiciera experimentar la misericordia, así a nosotros que lo acompañamos en esta experiencia al participar de la Eucaristía, también nos esperan las familias que no tienen el pan del día, las madres solteras que luchan por sacar adelante a sus hijos, los enfermos y ancianos recluidos en sus casas y hospitales, los migrantes, los drogadictos, los jóvenes sin empleo y tantos otros.

Se necesita, por una parte, que alimentados y transfigurados por la Comunión sacramental, vayamos como Jesús a hacerles experimentar la misericordia que viene de Dios; por otra, que transfiguremos la realidad de pobreza, desempleo, violencia, destrucción de la naturaleza, en situaciones de justicia, igualdad, dignidad, amor, paz. Esto implica encauzar la emoción de estar con el Transfigurado para vivir con entusiasmo el servicio y la entrega de la vida.

Ojalá que hagamos caso a la voz del Padre, que nos pide nuevamente escuchar a su Hijo escogido. Que salgamos de nuestro adormilamiento en la vida cristiana. Que no busquemos quedarnos seguros bajo nuestro techo, contemplando a Jesús glorioso. Que perdamos el miedo de salir a la misión para cargar la cruz de los pobres. Alimentados por el Cuerpo y la Sangre de Jesús, vayamos a transfigurar la vida de nuestro mundo para hacerlo hermanable y habitable.

21 de febrero de 2016

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