Homilía para el 29° domingo ordinario 2016

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Misericordiosos como Dios

ord29-c-16

Los textos bíblicos nos hablan hoy en relación a la insistencia en la oración a Dios y en el anuncio de la Palabra. Moisés oró con los brazos levantados, durante la batalla entre los israelitas y los amalecitas; Pablo le pidió a Timoteo que insistiera a tiempo y a destiempo en el anuncio de la Palabra; Jesús dijo la parábola de la viuda pobre y el juez inmisericorde, para explicar a sus discípulos que su oración debe ser insistente. Esto nos ayuda a prepararnos para la Comunión.

Misericordiosos como Dios

Textos: Éx 17, 8-13; 2 Tim 3, 14-4, 2; Lc 18, 1-8.

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Los textos bíblicos nos hablan hoy en relación a la insistencia en la oración a Dios y en el anuncio de la Palabra. Moisés oró con los brazos levantados, durante la batalla entre los israelitas y los amalecitas; Pablo le pidió a Timoteo que insistiera a tiempo y a destiempo en el anuncio de la Palabra; Jesús dijo la parábola de la viuda pobre y el juez inmisericorde, para explicar a sus discípulos que su oración debe ser insistente. Esto nos ayuda a prepararnos para la Comunión.

La viuda se encontraba en una situación de ataque de una persona. Como estaba sola, sin quién la defendiera, sin recursos económicos, como generalmente viven las viudas, no faltaba quién quisiera aprovecharse y abusar de ella, y necesitaba de alguien que la ayudara. Ella pedía al juez que le tendiera la mano, pensando que era la persona ideal para que le hiciera justicia. Pero, no era así. A él no le interesaba la viuda ni su situación. No iba a sacarle dinero.

El juez mismo reconoció que no temía a Dios. O sea, que sabía que a Dios le gustaba que en su pueblo, Israel, vivieran como hermanos, procuraran la justicia con los pobres y desposeídos, atendieran a las viudas, huérfanos y extranjeros; pero había decidido no hacer lo que era agradable a Dios. Y también reconocía que no respetaba a las personas. Esto era consecuencia de su desobediencia a Dios, y no tener temor de Dios lo llevaba a despreocuparse de los pobres.

¡Cómo sucede esto entre nosotros! Tanto las desigualdades, injusticias, abusos contra los pobres, trabajadores, migrantes, indígenas… como la despreocupación de quienes las cometen y de quienes las vemos día a día. Lo mismo sucede con nuestra Madre Tierra, que está siendo víctima de la injusticia, abusos, maltratos, descuidos. Los golpeados por las injusticias, sean las personas o la Tierra, están pidiendo, como aquella viuda, que se les haga justicia.

La mujer era insistente ante el juez. Una y otra vez le pedía ayuda para que le hiciera justicia. En aquella sociedad era quien se la podía hacer y él estaba amachado a no echarle la mano. Simplemente no le interesaba, como no le interesaba la voluntad de Dios. La viuda volvía a pedirle, a rogarle, a suplicarle. Hasta que lo enfadó y él, para quitarse de encima esa “catarrilla”, decidió ayudarla. Jesús dijo que así debe ser la oración de los discípulos, porque así oraba él.

La reflexión que Jesús hizo enseguida, nos revela el modo de actuar de Dios con los humanos, para que las personas hagamos lo mismo. Dios es misericordioso y nosotros tenemos que ser como Él. Dios hace justicia al pobre, al que sufre, al abandonado, al desechado, porque le suplica y confía en Él. Así es el pobre. Dios no espera a que le rueguen una y otra vez, como hizo el juez de la parábola. Dios no se “aprieta” para ayudar, porque sabe quién ocupa.

Nuestra oración al Padre, según la indicación de Jesús, debe ser insistente, continua, permanente; pero no para exigirle lo que nosotros creemos que nos debe dar, sino para pedirle que entre nosotros se vivan la justicia, la misericordia, el perdón, la comunión, la hermandad. Como dice el dicho: “A Dios rogando y con el mazo dando”. Hay que pedirle y, al mismo tiempo, vivir la misericordia con quienes son víctimas de la injusticia, la violencia, el abuso, el descarte.

Pidamos al Señor, con la fuerza y confianza de Moisés, que sean Él y su misericordia, quienes venzan en las relaciones entre personas y pueblos. Roguémosle que sean escuchadas las oraciones de los pobres, sufrientes, enfermos, desechados, que claman justicia. No nos cansemos de anunciar el Evangelio, como invitó Pablo a Timoteo, luchando para que se les haga justicia a los pobres, elegidos de Dios, y a la Madre Tierra. Seamos misericordiosos como Dios.

16 de octubre de 2016

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