Homilía para el 21er domingo ordinario 2019

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La lógica de Dios
La lógica de Dios y, por tanto, la de Jesús, es distinta a la nuestra. Su proyecto de salvación se realiza desde los últimos y es para todos los pueblos de la tierra. Así lo descubrimos en los textos bíblicos que nos ayudan a disponernos para recibir a Jesús en la Comunión hoy domingo.

La lógica de Dios

Textos: Is 66, 18-21; Hb 12, 5-7. 11-13; Lc 13, 22-30

La lógica de Dios y, por tanto, la de Jesús, es distinta a la nuestra. Su proyecto de salvación se realiza desde los últimos y es para todos los pueblos de la tierra. Así lo descubrimos en los textos bíblicos que nos ayudan a disponernos para recibir a Jesús en la Comunión hoy domingo.

Jesús iba en su camino hacia Jerusalén, a la experiencia de la cruz, cuando alguien le preguntó sobre la salvación, un tema que a la mayoría de los bautizados ya no nos dice nada hoy. Le preguntaron qué tan cierto es que son pocos los que alcanzan la salvación. Los judíos creían en la salvación y la esperaban, pero eran conscientes de que había que hacer algo para lograrla. Recordemos que una vez un joven le preguntó a Jesús sobre lo que tenía que hacer para alcanzar la vida eterna.

La respuesta de Jesús no fue decir sí o no, sino plantear el camino para lograrla. Habló de que hay que esforzarse; otra realidad que en nuestros días muy poco aparece, pues estamos en una cultura de lo fácil, de lo que cueste menos trabajo, de recibir todo en casa, de hacer todos los movimientos económicos, sociales, políticos y religiosos por medio del teléfono. Jesús pidió entrar por la puerta angosta y advirtió que muchos intentarían entrar y no lo lograrían. Se refería a la vida del Reino, que no es para el momento de la muerte sino toda la vida a partir del Bautismo.

La vida cristiana y, por tanto, el Reino de Dios, no se reduce a rezar, a asistir a la Misa dominical o a tener los sacramentos. Consiste en vivir en el amor, que se manifiesta en la armonía con todos y con la Creación, en el servicio como estilo de vida, en la solidaridad con los frágiles y desechados de la sociedad, en el perdón ante las ofensas, en la lucha por la justicia y el bien común, en la construcción de la paz. Todo esto exige esfuerzo, búsqueda, lucha, compromiso y es lo que, en general, no tenemos ni queremos, mucho menos buscamos, los bautizados. Más bien, buscamos una vida cristiana cómoda: sin abrirnos a la comunidad, sin comprometernos a servir a los pobres, sin asumir un servicio en el barrio, sin defender la justicia en el trabajo, y más bien pidiendo servicios religiosos a la carta, participando cuando nos nace o cuando nos llegan los problemas.

Los pobres, los sencillos, los pequeños, son los que se abren a la vida de Dios, se esfuerzan y entran por la puerta angosta, pues colaboran en su comunidad y en su espacio de trabajo para que se viva en la hermandad, la justicia, la solidaridad, la armonía, la paz. Quien vive así, independientemente de su cultura y religión, está ya dentro del Reino y, por lo mismo, en el camino de la salvación. Así deberíamos ser y vivir todos los miembros de la Iglesia. Entonces no se salva quien sólo reza y asiste a Misa o tiene todos sus sacramentos, sino quien vive de acuerdo a la propuesta de Jesús, quien es pobre y pone en práctica el Evangelio, quien sabe ser hermano y procura la armonía con los demás y con la naturaleza. Por eso Jesús habla de que entrarían gentes de todos los rumbos de la tierra, como había expresado Dios a través de Isaías. La salvación es universal y se realiza desde los pobres. Esa es la lógica de Dios, mientras que para los humanos los buenos son los grandes y poderosos y se salvan sólo quienes rezan mucho, están continuamente en el templo o tienen algún ministerio o estilo de vida específico.

Así es que no hay que atenernos a que somos católicos, a que venimos domingo a domingo a la Misa, tenemos todos los sacramentos o rezamos mucho, porque podemos estar fuera de la vida del Reino y quedarnos fuera de la salvación que Dios ofrece en Jesús, su Hijo. Esforcémonos por entrar por la puerta que Jesús nos marca y que es angosta. Al comulgar renovemos este compromiso.

25 de agosto de 2109

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