Homilía para el 20º domingo ordinario 2013

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Jesús viene a dividir

Textos: Jr 38, 4-6. 8-10; Hb 12, 1-4; Lc 12, 49-53.

Ordinario 20 C 001

En el texto del Evangelio que escuchamos, Jesús dice que no vino a traer la paz sino la división. Y señala lo que sucederá incluso a lo interno de las familias. Esta división anunciada por Jesús es consecuencia de su misión y no su proyecto de vida. Él no quiere que las personas vivamos en guerra, en conflictos y desavenencias. Reflexionar sobre esto que Jesús dice nos ayuda a revisar nuestras opciones como discípulos suyos y nos prepara para la Comunión sacramental.

Jesús viene a dividir

Textos: Jr 38, 4-6. 8-10; Hb 12, 1-4; Lc 12, 49-53.

Ordinario 20 C 001

En el texto del Evangelio que escuchamos, Jesús dice que no vino a traer la paz sino la división. Y señala lo que sucederá incluso a lo interno de las familias. Esta división anunciada por Jesús es consecuencia de su misión y no su proyecto de vida. Él no quiere que las personas vivamos en guerra, en conflictos y desavenencias. Reflexionar sobre esto que Jesús dice nos ayuda a revisar nuestras opciones como discípulos suyos y nos prepara para la Comunión sacramental.

En nuestras familias y comunidades conocemos muchas situaciones de pleitos, desavenencias, dificultades. A veces por diez pesos, por una mala cara, por una maltratada; otras veces se dan por cuestiones de herencias, casas, terrenos, dinero, al grado de negarse la palabra. O por el modo de ser de las personas: suegras, nueras, hijos, hermanos, esposos, etc. Jesús no se refiere a estas situaciones, que tampoco tendrían que suceder, y menos en familias cristianas.

Lo que Jesús plantea es que quien haga opción de vida por Él y su mensaje, va a ser punto de conflicto. Eso fue lo que le sucedió a Él mismo en su vida: fue tratado de loco, lo acusaron de estar endemoniado, de ser borracho, tragón, amigo de publicanos y prostitutas, de juntarse y compartir la mesa con pecadores, de ser un revoltoso. Pero todo eso le vino de quienes no aceptaron sus enseñanzas ni su estilo de vida, porque les molestaba y los denunciaba.

La consecuencia más grande en la vida y misión de Jesús fue la cruz. La aceptó, como dice el texto de la Carta a los Hebreos. A la cruz lo llevaron quienes optaron por no hacerse discípulos suyos y más bien se ubicaron como enemigos: escribas, fariseos, doctores de la ley, sumos sacerdotes. En cambio, las personas que lo aceptaron, lo siguieron en su estilo de vida, hicieron suyas sus enseñanzas, las trasmitieron, dieron testimonio de Él incluso con su vida.

Así sucede hoy con quienes optan por la propuesta de Jesús; los que optan por vivir como Él vivió tienen problemas y dificultades, comenzando por su propia familia. Si alguien decide reunir a sus vecinos para leer y reflexionar la Palabra de Dios, para aprender a vivir en comunidad, para atender las necesidades, inmediatamente recibe habladas de sus familiares. Lo tachan de irresponsable con su familia, lo llaman cucaracha de sacristía o le ponen apodos por el estilo.

Lo mismo sucede cuando una persona comienza a vivir de acuerdo a las enseñanzas de Jesús. También tiene dificultades y es motivo de división entre sus vecinos o en su trabajo. Por ejemplo, si recibe una agresión, un golpe o una maltratada y sabe que tiene que perdonar, poner la otra mejilla o vivir la corrección fraterna, muchas personas inmediatamente le dicen que no está bien eso, que más bien se desquite, busque la venganza, les niegue la palabra, etc.

A esto se refiere Jesús cuando habla de que viene a traer la división y no la paz. Por eso es importante que revisemos nuestra vida, nuestras opciones, nuestros proyectos. ¿Hemos hecho opción por Jesús y su propuesta, o más bien por nuestros propios proyectos egoístas, ambiciosos, individualistas? ¿Vivimos como discípulos suyos o como enemigos de su causa? Quizá nosotros mismos nos hemos apartado y hemos criticado a quienes quieren vivir como Jesús.

En este domingo se nos da la oportunidad de convertirnos, de asumir la causa de Jesús y su proyecto del Reino. Para nosotros son también las palabras con que termina la segunda lectura de hoy: no se cansen ni pierdan el ánimo, porque todavía no han llegado a derramar su sangre en la lucha contra el pecado (Hb 12, 4). Dispongámonos a comulgar sacramentalmente, a llenarnos de Jesús para seguirlo en su estilo de vida, sabiendo que eso será motivo de división.

18 de agosto de 2013

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