Homilía del domingo de Pascua 2012

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Otra vez las mujeres

Textos: Hch 10, 34. 37-43; Col 3, 1-4; Mc 16, 1-7.

Otra vez las mujeres. Aparecen en el texto del Evangelio como protagonistas. Así se mantuvieron durante la Pasión de Jesús. A diferencia de los demás discípulos que lo abandonaron y huyeron, ellas lo siguieron, vieron dónde lo sepultaron, se prepararon para ir a ungir su cuerpo despedazado en la cruz. Y no eran solo tres, sino muchas otras que habían ido con Él a Jerusalén, según escuchamos de san Marcos en la narración de la Pasión el domingo de Ramos.

Otra vez las mujeres

Textos: Hch 10, 34. 37-43; Col 3, 1-4; Mc 16, 1-7.

Otra vez las mujeres. Aparecen en el texto del Evangelio como protagonistas. Así se mantuvieron durante la Pasión de Jesús. A diferencia de los demás discípulos que lo abandonaron y huyeron, ellas lo siguieron, vieron dónde lo sepultaron, se prepararon para ir a ungir su cuerpo despedazado en la cruz. Y no eran solo tres, sino muchas otras que habían ido con Él a Jerusalén, según escuchamos de san Marcos en la narración de la Pasión el domingo de Ramos.

La consecuencia de seguirlo fielmente hasta el final fue convertirse en las primeras testigos de su Resurrección y en las primeras misioneras, como acabamos de oír. Ellas fueron al sepulcro con perfumes para embalsamar el cuerpo muerto de Jesús. Iban por el camino preocupadas por la piedra que tapaba el sepulcro, pues era muy grande y seguramente muy pesada, quizá tan pesada como la tristeza que llevaban por dentro. Y se encontraron con una sorpresa.

La piedra no tapaba ya el sepulcro, el cuerpo del difunto no estaba y había una noticia; no cualquier noticia sino la más grande: Jesús de Nazaret, el crucificado y muerto en la cruz, aquel cuyo cuerpo había sido sepultado en esa tumba, había resucitado. Los perfumes ya no les sirvieron, la piedra no fue ya motivo de preocupación, el muerto se convirtió en causa de alegría. Además, y aquí viene lo importante, ellas recibieron el encargo de anunciar esto a los demás.

Las mujeres fueron las primeras que recibieron la noticia de la Resurrección de Jesús, fueron las primeras misioneras, fueron las protagonistas de lo que celebramos en este día. Esa es la más grande consecuencia de seguir a Jesús hasta la cruz. Gracias a ellas, la noticia se comenzó a transmitir –aunque, claro, al principio no les creyeron–. María Magdalena, María la madre de Santiago y Salomé nos enseñan el camino para ser verdaderos discípulos y discípulas de Jesús.

Él había invitado, y aún lo sigue haciendo, a quien quiera seguirlo a cargar su propia cruz. Varias veces anunció a sus discípulos la muerte que le esperaba en Jerusalén y su resurrección. Ellos no querían que Él llegara hasta allá ni, mucho menos, seguirlo. Y eso hicieron al final, cuando lo abandonaron. Pero las mujeres no. Se mantuvieron en su experiencia de seguimiento y recibieron y comunicaron la noticia de su resurrección. Eso tenemos que hacer nosotros hoy.

Yo creo que tenemos que reconocer y valorar el servicio de las mujeres en la proclamación de la Buena Nueva. Me refiero no sólo a lo que hicieron aquel día de la resurrección sino al que han realizado muchas a lo largo de los años para que el Evangelio llegue a las familias y a las comunidades. En nuestra Diócesis, en los casi cuarenta años que tenemos, gran parte de los servicios de evangelización han estado en manos de mujeres. Varones han sido muy pocos.

Ellas han vivido experiencias semejantes a la de las tres mujeres del Evangelio. Se han ido encontrando con Jesús, han vivido la experiencia de seguirlo, han cargado la cruz, se han mantenido fieles a pesar de los problemas y siguen escuchando que el Resucitado las llama y envía a comunicar la Buena Nueva a los demás. Y, aunque a muchas no se les cree o se les limita su participación –sobre todo de parte de su familia–, ellas buscan la manera de evangelizar.

En este domingo, en que anunciamos de modo especial la muerte y proclamamos la resurrección de Jesús, renovamos el compromiso de seguirlo en su camino para convertirnos en testigos suyos. Valoremos el servicio de las mujeres a favor del anuncio de la Buena Nueva. Seamos misioneros de Jesús, como aquellas mujeres. Alimentados con el Cuerpo resucitado del Señor, vayamos a dar testimonio de su Resurrección colaborando en la evangelización.

8 de abril de 2012

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