Homilía del 1er domingo de Adviento 2011

0

«Velen»

Al comenzar el tiempo de Adviento, el Señor Jesús nos dice: “Velen” (Mc 13, 33). Esta es la actitud propia para el tiempo de preparación para la Navidad. Esta debe ser la actitud de la Iglesia todo el tiempo hasta la segunda venida de Cristo. El color morado significa y nos recuerda el mandato de Cristo de velar y estar preparados. ¿Cómo hacer nuestra preparación en medio del ambiente de violencia en que vivimos? ¿Cómo mantenernos en vela de frente al consumismo?

«Velen»

Al comenzar el tiempo de Adviento, el Señor Jesús nos dice: “Velen”  (Mc 13, 33). Esta es la actitud propia para el tiempo de preparación para la Navidad. Esta debe ser la actitud de la Iglesia todo el tiempo hasta la segunda venida de Cristo. El color morado significa y nos recuerda el mandato de Cristo de velar y estar preparados. ¿Cómo hacer nuestra preparación en medio del ambiente de violencia en que vivimos? ¿Cómo mantenernos en vela  de frente al consumismo?

La violencia crece y crece. La vemos y escuchamos todos los días: en la propia casa, en el barrio o colonia, en el trabajo, en contra de las mujeres, en nuestra ciudad, en otros lugares, en otros países y continentes. El jueves pasado nos sacudió la escalofriante noticia de los 26 muertos abandonados en Guadalajara; un día antes se reportaron 24 en Sinaloa. Este es el signo máximo de lo violento que se está volviendo nuestro país. Jesús nos dice que velemos.

La razón de mantenernos en vela es no saber “cuándo llegará el momento” (Id.). Velar implica no solo mantenerse despiertos sino también estar activos. La espera es por tanto activa. Esto es fundamental en nuestra experiencia cristiana. En los días de Adviento se nos da la oportunidad de retomar esta actitud. Para decirnos que hay que mantenernos velando y trabajando, Jesús utiliza la imagen del hombre que sale de viaje y en su casa deja tareas a cada uno.

A nosotros nos toca aclarar cuáles son nuestras tareas. Jesús nos ha encomendado amarnos los unos a los otros, perdonar a los que nos ofenden, ser sencillos y limpios de corazón, hacernos servidores de todos, y muchas más cosas. Como Iglesia hemos recibido la tarea de ir por todo el mundo a anunciar la Buena Nueva. Personalmente nos ha pedido renunciar a nosotros mismos, tomar nuestra cruz de cada día y seguirlo. Todo esto es lo que tenemos que hacer.

Realizar estas tareas de manera permanente nos ayudará por una parte a poner las bases para que en nuestro mundo se evite la violencia; por otra, nos llevará a permanecer irreprochables hasta el fin, hasta el día de su advenimiento (1 Cor 1, 8), como dice Pablo. Pero las tenemos que estar viviendo día a día. “No vaya a suceder que [el Señor] llegue de repente y los halle durmiendo” (Mc 13, 36), nos dice Jesús. Por eso el Adviento consiste en una espera activa.

También este tiempo nos da la oportunidad de avivar la actitud de estar en vela y alerta frente al ambiente de consumismo. No es lo central ni del Adviento ni de la Navidad. La semana pasada se promovió de parte del comercio el “buen fin”. Ciertamente fue un buen fin el que consiguieron los grandes comerciantes, pues vendieron mucho. Ese era su fin: una primera venta navideña. Pero se puso en riesgo –¡aún más!– la economía del país por el uso de las tarjetas.

La preocupación principal de los discípulos y discípulas de Jesús tiene que estar centrada en los encargos que él nos hizo. Esto exige que, ante la cercanía de la Navidad, sepamos discernir entre lo que ofrece el comercio y lo que pide Jesús. Son dos cosas totalmente diferentes. La preparación para la Navidad la tenemos que hacer desde el fondo de nuestro corazón: vivir el amor y evitar la violencia; acrecentar el compartir y evitar el consumismo. Eso es velar.

La Eucaristía de este domingo nos pone en el camino de encuentro con el Señor Jesús, que se hace Pan para nosotros. Viene a nuestro encuentro de manera sacramental. ¿Estamos preparados para recibirlo? ¡Qué tal que llegue –en unos minutos más lo hará– y estemos dormidos en relación a nuestras responsabilidades, y no nos encontremos con Él! Que nuestra participación en la Eucaristía nos ayude a mantenernos siempre velando mientras que vuelve el Señor.

27 de noviembre de 2011

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *