Homilía del 13er domingo ordinario 2011

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“No es digno de mí”

Textos: 2Re 4, 8-11. 14-16; Rm 6, 3-4. 8-11; Mt 10, 37-42.

“No es digno de mí” (Mt 10, 37. 38). Con esta frase Jesús completa las exigencias para quienes quieren ser miembros de su comunidad. Ser dignos de Jesús equivale a pertenecer a su comunidad de discípulos y discípulas. Para esto es necesario amarlo a Él más que al papá, a la mamá, a los hijos y a las hijas; es necesario también tomar la cruz y seguirlo. Esto es mucho más que recibir el Bautismo: significa optar por Jesús y su proyecto del Reino y asumir las consecuencias.

“No es digno de mí”

Textos: 2Re 4, 8-11. 14-16; Rm 6, 3-4. 8-11; Mt 10, 37-42.

“No es digno de mí” (Mt 10, 37. 38). Con esta frase Jesús completa las exigencias para quienes quieren ser miembros de su comunidad. Ser dignos de Jesús equivale a pertenecer a su comunidad de discípulos y discípulas. Para esto es necesario amarlo a Él más que al papá, a la mamá, a los hijos y a las hijas; es necesario también tomar la cruz y seguirlo. Esto es mucho más que recibir el Bautismo: significa optar por Jesús y su proyecto del Reino y asumir las consecuencias.

Las palabras que escuchamos en el texto del Evangelio las dijo Jesús a los Doce al enviarlos a la misión. Les estaba planteando lo que trae la opción por Él. Primeramente tienen que estar desprendidos de todo tipo de ataduras, sean personas, bienes o proyectos, para poder asumir la persona, el estilo de vida y el proyecto de Jesús. Asumir su vida y proyecto es tomar la cruz y seguirlo. Luego es ir a la misión en la misma condición de Jesús: Él es el profeta y el justo.

Al ir como Jesús a la misión, los discípulos van a experimentar lo mismo que Él: como profetas el rechazo y desprecio, y como justos la condena a muerte hasta perder la vida. Así le pasó a Jesús. Quiere decir que quien quiera pertenecer a la comunidad de discípulos y discípulas de Jesús no se debe contentar con la recepción del Bautismo y los demás sacramentos, sino que tiene que ir aclarando las exigencias que presenta el Señor. Y esta es una tarea permanente.

Ciertamente el Bautismo nos identifica con Cristo pero también nos compromete, como lo recuerda de una manera muy bonita y profunda san Pablo: Todos los que hemos sido incorporados a Cristo Jesús por medio del bautismo, hemos sido incorporados a su muerte. En efecto, por el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, para que, así como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros llevemos una vida nueva (Rm 6, 3-4).

El compromiso consiste en llevar día a día una vida nueva. Es la vida en el desprendimiento, la sencillez, el compartir, el servicio, el perdón, el dar la vida; es la vida en el anuncio del Reino de Dios. Es la vida cargando la cruz. Es la vida en que la propia vida está en riesgo por la causa de Jesús. Todo esto equivale a ser profetas, a vivir como justos, a caminar como discípulos. El reto está en vivir así en medio de este ambiente orientado al consumismo y al acaparamiento.

Si tenemos en cuenta las palabras de Jesús, quien esté apegado a la comodidad familiar, a la posesión del dinero y bienes materiales, a la vida sin compromiso, a la vida asegurada, no es digno de Jesús; es decir, no puede pertenecer a su comunidad de discípulos y discípulas. Quizá venga la pregunta: ¿y entonces el Bautismo no sirve para pertenecer a la Iglesia? Claro que sí, pero es solo la puerta de entrada. La pertenencia a la Iglesia se vive en la práctica diaria.

Cuántas personas están bautizadas, confirmadas, han hecho la Primera Comunión, y no han asumido las exigencias de Jesús para vivir como discípulos suyos en la comunidad. Podemos decir entonces que hay muchísimas personas bautizadas que no son dignas de Jesús. ¿Por qué? Sencillamente porque no han hecho la opción por Él, su estilo de vida, su proyecto del Reino, su camino hacia la cruz. Incluso muchas personas que se confiesan y comulgan frecuentemente.

El Señor nos recuerda hoy las exigencias para ser dignos de Él. Ciertamente no hay que esperar algo a cambio de vivir de acuerdo a sus exigencias: ni recompensas ni agradecimientos ni reconocimientos. Solamente el saber que pertenecemos a su comunidad y lo manifestamos con nuestros hechos diarios de vida nueva. O estar decididos a recibir el trato que recibieron los profetas, los justos, los verdaderos discípulos: perder la vida, en este caso por Jesús, y salvarla.

26 de junio de 2011

2 pensamientos sobre “Homilía del 13er domingo ordinario 2011

  1. Me parece muy interesante la homilia que se explica del mensaje principal que encierran las lecturas dominicales, ya que, nos ayuda a comprender mejor el significado sobre todo porque se adapta a los tiempos que estamos viviendo y de esta forma nos damos cuenta que la fe es algo que se debe vivir todos los dias.
    me gustaria que nos orientaran con las moniciones de las lecturas, ya que hay ocasiones en que nos cuesta trabajo interpretar las lecturas. gracias.

  2. Gracias, Estela. Ya pensaremos qué hacer. Por lo pronto seguiré compartiendo la homilía dominical.

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