Navidad en tiempos de pandemia

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Pbro. Jesús Mendoza Zaragoza

Diócesis de Acapulco.

En la mayoría de las naciones de Occidente ha quedado plasmada en los calendarios la fiesta de Navidad, con un impacto social y cultural muy significativo. Hay que reconocer que, históricamente, ha tenido esta fiesta una serie de variaciones y hasta deformaciones.

Podemos comprobar que ha sido atrapada por la cultura consumista, al grado de que los primeros que nos alertan acerca de su proximidad no son las iglesias sino los supermercados. La Navidad se ha convertido en la gran oportunidad para el consumo y la alienación.

Ahora, con la pandemia, la Navidad seguirá presente, aunque de manera muy acotada por las exigencias sanitarias. El masivo consumo estará limitado por la caída de la economía, y las memorables fiestas familiares o comunitarias no se tendrán por las restricciones sanitarias.

Esta situación, sin embargo, nos abre una oportunidad para acercarnos a la originalidad de la Navidad y para desprendernos de atavismos que se le han adherido a lo largo de los siglos.

El sentido original de la Navidad ha quedado escondido detrás de las luces artificiales y del ruido que está caracterizando este tiempo. Fiestas, fuegos artificiales, regalos, paseos, encuentros familiares, vacaciones y negocios han estado sustituyendo ese sentido original, que encontramos en la historia antigua de la humanidad: el nacimiento de Jesús, el hijo de María en un pesebre de las afueras de Belén.

San Francisco de Asís tuvo la iniciativa de expresar, de manera plástica, el nacimiento de Jesús, iniciando la tradición de los “nacimientos” que ha prevalecido a través de los siglos. En la sencillez del escenario de un establo para el ganado, se enfoca la figura de un niño recién nacido acompañado de María y José y de algunos animales entre los que se identifican un asno y un buey, en el cual se incluyen a los pastores y a los magos. En su origen, toda esta escenografía tiene un significado teológico y pastoral con la finalidad de ilustrar y estimular la fe de las comunidades cristianas. El origen de la Navidad tuvo un enfoque estrictamente religioso y espiritual.

Si bien es un hecho que la fiesta de la Navidad ha sido atrapada por la cultura consumista y por la economía de mercado, que han visto en ella una gran oportunidad para vender ilusiones y lucrar con la fe impregnada de materialismo sustentado en una gran estrategia de mercado para despertar necesidades económicas y materiales para provocar el consumo. En contraparte, podemos detectar valores que son afines al sentido original de la Navidad, tales como la alegría, la esperanza y la convivencia familiar y comunitaria.

La pandemia nos ofrece una oportunidad para hacer un ajuste de estas fiestas tan firmemente arraigadas, si le bajamos a las mentalidades y actitudes consumistas y acercándonos a la esencia misma de estas tradiciones. La pandemia nos ha mostrado el valor inigualable de la familia como espacio humano y social, que necesita ser protegida, cuidada y promovida. Y también nos ha llevado a extrañar los lazos comunitarios que hemos tenido tanto en el campo como en la ciudad, como un recurso muy valioso para el desarrollo.

En fin, esta Navidad puede ser una oportunidad para satisfacer necesidades espirituales y culturales que tantas veces no se atienden. Y si ahora tendremos que celebrar la Navidad en familia, podremos mirar hacia sus orígenes que hacen patente la solidaridad de Dios con la humanidad para que ahora promovamos la solidaridad hacia los heridos y abandonados que encontramos en los caminos.

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