El 9M en las escuelas

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Por: Martha V. Sandoval
Fotografía: Abraham Lupercio

El calendario del 2020 tiene impreso con tinta morada el día nueve de marzo. Un grito femenino de sororidad ha logrado que la fecha no se pierda en el mar de conmemoraciones cívicas.

Desde hace unas semanas las redes sociales se vistieron con consignas y un grito de justicia que tuvo eco en las conversaciones en las calles, las discusiones en los sectores públicos y desde luego, en las aulas de las escuelas, espacio donde hablar del tema es prudente pues hace transversalidad con los componentes curriculares y pedagógicos vigentes en México.

Desde cualquier enfoque de clase que se aborde, es imposible que se esfume la preocupación de que algún día una niña o una mujer, desaparezcan, así sin más. La zozobra que bien podría ser una alumna o una maestra, han permeado en las aulas en los últimos días.

La estela de muerte de la violencia de género ya tiene camino andado, pero el asesinato de Fátima, fue el detonante del hartazgo y del miedo que orillaron a las escuelas, sobre todo preescolares y primarias a realizar la primera acción. Ya se tenían protocolos, pero se reforzó el filtro a la hora de salida. Las recomendaciones de seguridad a las niñas y niños de evitar conversar y aceptar cosas de extraños. También incrementó la responsabilidad de madres y padres de llegar antes del toque de salida.

El otro escenario en el que hizo eco el 9M fue el de las secundarias, preparatorias y universidades, espacios donde el enojo y el miedo ya eran inquilinos desde que las alumnas hicieron conscientes las acciones de acoso, abuso y violencia de las que eran víctimas desde temprana edad, mismas que se normalizaron, que eran silenciadas o ignoradas. El llamado del 9M para muchas mujeres de edad escolar abrió la puerta para compartir abundantes historias, que hicieron evidente que no son situaciones aisladas, ni exageraciones.

Los pasillos y las aulas de las escuelas se transformaron cuando comenzó a circular la inquietud sobre los motivos del movimiento feminista, en el trayecto, las alumnas encontraron en el personal docente femenino y masculino aliados y desertores. Fueron esos días donde comenzaron a gestarse y viralizarse algunas de las expresiones de denuncia a las que se hará referencia y aunque se derivan de lugares diversos, todas tienen por común, el acoso, la violencia y el miedo.

Los movimientos que se han generado al interior de las escuelas van desde los ocurridos en el estado de México en la secundaria Jaime Torres Bodet, donde un grupo de alumnas armadas con pancartas denunciaron ante las autoridades escolares, las fotografías y videos tomados sin su consentimiento, el video se viralizó y se abrió una investigación sobre el tema.

Otro ejemplo es el de un grupo de alumnas de un colegio privado de Guadalajara que sabiendo las consecuencias de ausentarse el 9 de marzo organizaron su propia protesta en la escuela, vistieron de negro, hicieron pancartas y llenaron los pizarrones con tarjetas donde manifestaron de qué manera han sido acosadas.

Las alumnas de una preparatoria de El Grullo se encuentran armando una antología de las historias de acoso que las alumnas han vivido dentro y fuera de la escuela. Al hacerlo público y en un espacio cercano, demuestran que el monstruo opresor no vive únicamente en las grandes ciudades.

Otras respuestas ante este llamado ha sido la solidaridad de docentes para cubrir a sus compañeras o de alumnos que aseguran asistirán a la escuela, mismos que ya discuten sobre la manera que deben actuar para no violentarnos y las cosas que se tienen que hacer para mejorar el panorama.

Las transformaciones sociales a las que llama el paro del 9 de marzo no serán únicamente un efecto posterior a este día, ya han surgido en numerosos escenarios con objetivos y posturas diversas, manifestaciones que buscan evidenciar esas prácticas que generan violencia hacia la mujer, y que a su vez, ponen de manifiesto la vulnerabilidad que se tiene ante esas situaciones.

El movimiento “El 9 ninguna se mueve”, mostró a las escuelas como espacios de reflexión más allá de los temas del programa. El acto educativo se consolida como una acción que no está desvinculada del contexto social y sus padecimientos, y se erige como un espacio de esperanzadora transformación.

Martha V. Sandoval Rangel

Es Licenciada en Ciencias de la Comunicación por el ITESO. Maestra en Educación Básica por la UPN. Es académica de la Unidad 143 de la UPN en Autlán.

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