La vida antes de la pandemia del Covid-19

Por Rosa Eugenia García Gómez

Sépanse ustedes que vivimos en la covidianidad, -¿qué traes?, me increparán ustedes. Lo que pasa es que en medio de tantas narrativas alrededor del post-Covid esto y post-Covid lo otro, me encontré con esta palabra. Un neologismo que entrecruza los términos de covid y cotidianidad y que según el diccionario histórico de la lengua española se documentó por primera vez en abril de 2020 en un editorial del Diario Libre de Santo Domingo, luego en el periódico Vanguardia del Pueblo y posteriormente en el medio El Dinero, todos ellos de República Dominicana.

Un ejemplo de cómo se generan nuevos vocablos y se construyen formas discursivas que aluden a realidades que antes no imaginábamos. Como todos los neologismos de origen tecnológico, entre ellos “emoticón”, “ciberespacio”, “hipertexto”, “blogger”, “influencer”, etcétera, que antes de la era de los celulares y el internet no habrían tenido sentido, porque simplemente no tenían cabida en nuestra realidad.

Por cierto, al mes siguiente de la aparición del término “covidianidad”, se la apropió el presidente dominicano Danilo Medina para referirse a los ajustes y la reapertura gradual de la economía de aquel país. Y así, fuimos testigos de un doblez estructural de la construcción lingüística del idioma.

La evolución y el cambio son inevitables. A veces no nos gusta y nos aferramos a seguir nuestra vida como estamos acostumbrados, pero el contexto cambiante y hasta las aparentemente inexorables estructuras se modifican al flexibilizarse ante situaciones que no dan cabida a la permanencia.

Eso nos pasó con la Pandemia por Covid. Antes de ella el trabajo en casa y el estudio a distancia era una opción por la que optaban unos cuantos privilegiados o muy bien organizados y resistentes a la procrastinación, esa tendencia a retrasar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras más irrelevantes o agradables.

Pero su llegada abrupta nos encerró y empujó –porque de cambio paulatino nada- a resolver la vida en entornos controlados y seguros y tuvimos que aprender a trabajar y relacionarnos con los demás en circunstancias alternativas a la presencialidad.

La covidianidad llegó así para quedarse, traemos siempre el cubrebocas a la mano y hasta nos hicimos de un empaque particular para guardarlo, e incluso hasta podemos comprar vestidos de gala con su cubrebocas a juego. No nos podemos olvidar del desinfectante personal y aún dudamos si al toparnos a nuestro amigo o amiga entrañable le podemos saludar de mano o abrazar. Ojalá que la parte positiva del autocuidado y la sanidad se quede de aprendizaje y la covidianidad represente una mejor manera de ser, de estar, de socializar, de vivir.

 

Rosa Eugenia García Gómez

 

 

 

 

 

 

Coordinadora de la Licenciatura de Periodismo en el Centro Universitario del Sur de la Universidad de Guadalajara.

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