Mes: agosto 2016

Homilía para el 22º domingo ordinario 2016

Experimentar y vivir la misericordia

Ord22 C 16

Nos encontramos reunidos para la celebración del banquete dominical de la Eucaristía, al que hemos sido convidados por el mismo Jesús. Somos sus invitados de honor, porque somos pecadores, y eso se lo agradecemos con sencillez porque no lo merecemos. Jesús da un golpe muy fuerte a los convidados a la comida en casa de aquel jefe de fariseos; pero también lo da a la sociedad de hoy, marcada por la competencia, los arribismos, las influencias, la exclusión.

Homilía para el 21er domingo ordinario 2016

La puerta de la misericordia

Ord21 C 16

A Jesús le hicieron una pregunta que hoy ya nadie se hace y ni es motivo de preocupación entre los bautizados. Le preguntaron sobre la salvación y si era cierto que eran pocos los que la lograban. La respuesta que dio no fue sí o no, sino que indicó el camino para alcanzar la salvación. Dijo que hay que esforzarse por entrar por la puerta angosta. Todos sabemos lo que es luchar hasta conseguir algo. Se ocupa constancia, tenacidad, equivocarse, reiniciar, cansarse.

Homilía para el 20º domingo ordinario 2016

El fuego de la misericordia

Ord20 C 16

De acuerdo a lo que dice el texto del Evangelio, Jesús iba realizando con mucho entusiasmo su misión y quería que sus discípulos la vivieran de la misma manera. Era la pasión por el Reino de Dios, que Jesús describió como un fuego interior que quema por dentro y se transmite a los demás. Era el fuego de la misericordia que él iba viviendo y deseaba que ardiera ya en la vida de sus discípulos. Es el fuego que se aviva este domingo con la Comunión sacramental.

Homilía para el 19º domingo ordinario 2016

El tesoro de la misericordia

Ord19 C 16

El texto del Evangelio continúa con el tema de hace ocho días y da un paso más. Jesús siguió hablando sobre la riqueza que vale a los ojos de Dios: vender los propios bienes y compartirlos con los pobres, algo que no es fácil y que rechaza la sociedad en que vivimos. La propuesta de Jesús consiste en deshacerse de los propios bienes y repartirlos entre los pobres. Esto lo que debe ser considerado en el corazón de sus discípulos como el gran tesoro que se posee.